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En la habitación de Audrey Hepburn

Las lágrimas de una estrella ´cautiva´ en el paraíso

Audrey Hepburn pasó unos días agridulces en Formentor, donde lloró amargamente la muerte de su colega David Niven, huésped habitual del emblemático hotel del norte de la isla

Las lágrimas de una estrella ´cautiva´ en el paraíso

Hotel Formentor / Habitación 229 / Julio de 1983

Cambió un escaparate de Tiffany por la bahía de Pollença, y quedó "maravillada" con el resultado. Audrey Hepburn, la actriz protagonista de Desayuno con diamantes -en la memoria colectiva con vestido y guantes largos negros y fumando con boquilla, la mirada fija en una joyería de la firma estadounidense-, pasó dos semanas alojada en el hotel Formentor.

Corría 1983. Con los primeros compases del año, el malogrado Nuevo Hispania recuperaba Cómo robar un millón, la comedia que la actriz, nacida en Bruselas en 1929 como Audrey Kathleen Ruston, de padre inglés y madre holandesa y nacionalizada británica, protagonizó con Charles Boyer, también huésped de Formentor, y Peter O´Toole, eterno por su papel en Lawrence de Arabia. Poco podían sospechar los espectadores que solo unos meses después, en las postrimerías de julio, una de las mayores leyendas del celuloide se haría de carne y hueso en Mallorca.

Eligió para hospedarse el emblemático hotel del norte de la isla, donde se le asignó la habitación 229, y lejos de las excentricidades de algunos de sus colegas -cuenta Carme Riera en Formentor, la utopía posible que Charles Chaplin pedía todos los días riñones para el desayuno-, la actriz, ya por entonces un mito del cine, hizo gala de discreción y sencillez. No hubo peticiones fuera de carta y asombró a todos tanto por su buen nivel de español como por su delgadez, más acentuada que de costumbre.

Con su visita, la titular del Óscar a la mejor actriz por Vacaciones en Roma -donde compartió cartel con Humphrey Bogart- engrosó la nómina de artistas, escritores y mandatarios que han encontrado refugio en un establecimiento "fruto de la fantasía de un poeta", Adan Diehl, que echó a andar en 1929, el mismo año en que nació Hepburn, y por el que, en palabras de Antonio Mercer, su conserje durante 38 años, "menos el Papa, ha pasado todo el mundo".

Vista de una de las lujosas habitaciones del hotel Formentor.

Tan idílica fue la imagen que se llevó de aquel rincón de la isla -no salió ni un solo día de su cautiverio voluntario en la península- que incluso fantaseó con hacerse aquí con una vivienda.

Pero la vida no se lo había puesto fácil -sufrió los rigores de la Segunda Guerra Mundial, con un tío fusilado, un hermano en un campo de concentración y la desnutrición haciendo estragos en su cuerpo-, y tampoco en Formentor iba a darle una tregua. A Juan Carlos Mascaró, por entonces director del hotel hoy en manos del grupo Barceló, correspondió comunicarle la muerte de su colega David Niven, Óscar al mejor actor por Mesas separadas y huésped habitual del establecimiento, a quien una esclerosis lateral amiotrófica arrebató la vida. Se sabe que Hepburn lloró amargamente, y aun así resumió su estancia con un "maravilloso" autografiado en el libro de visitas del hotel.

La historia de Formentor, dicen sus responsables, "solo puede contarse como se cuentan los mejores sueños, con emoción y desorden, sabiendo que las palabras pueden poco cuando se trata de cartografiar el paraíso". Uno de esos retales corresponde sin duda a Hepburn, quien, pese a todos los reveses, pasó los últimos años de su vida ejerciendo como Embajadora de Buena Voluntad de Unicef en países como Etiopía, Bangladesh o Somalia, adonde viajó ya enferma de cáncer, unos meses antes de convertirse en leyenda.

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