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Movimiento

Movimiento

Fueron los etólogos quienes se interesaron primero por la importancia que tiene para los seres vivos la detección del movimiento. Una rana puede morir de hambre con un plato lleno de moscas muertas a su alcance porque esa fuente de comida no se mueve; hay que lanzarle una de las moscas para que la rana reaccione. No lo sabía yo cuando era pequeño pero debí intuirlo porque recuerdo que, de noche, me quedaba muy quieto junto al estanque de la casa de mis padres con una mano debajo de los nenúfares y, al subirse a una de sus hojas una rana, moviendo la mano muy poco a poco lograba subir la hoja, con la rana encima, hasta varias palmos por encima del agua sin que el anfibio se enterase de lo que sucedía.

Luego, lector ya de Konrad Lorenz, de Eibl-Eibesfeldt, de Niko Tinbergen, de los padres de la etología, me fascinó saber que los bebés humanos permanecen indiferentes ante una luz que se mueve en la pantalla de izquierda a derecha, o al revés, pero se agitan y lloran cuando la luz crece, como si se acercara a ellos. Es un instinto muy básico el de estar alerta ante el movimiento de algo que viene pero, para poder hacerlo, hay que disponer de mecanismos perceptivos que detecten el movimiento. El mejor de todos los que tenemos es el ojo.

Huayu Ding, investigador del National Institute of Neurological Disorders and Stroke en Bethesda (Maryland, Estados Unidos) y sus colaboradores han publicado en la revista Nature un trabajo que pone de manifiesto la manera como se establecen los circuitos neuronales encargados de la detección del movimiento en la retina del conejo. Desde mi punto de vista (perdón por el juego de palabras) el resultado más interesante que han obtenido aparece al comparar la manera como esas redes actúan en los conejos y en los ratones, con ojos de diferente tamaño. El cómputo que hace cada animal de las velocidades lineales corresponde a esa diferencia de diámetro del ojo, siendo capaces de esa forma de mantener una sintonización parecida de la velocidad angular del objeto en movimiento.

Los comentaristas de Nature que reseñan los trabajos de Huayu Ding y colaboradores también se centran en ese aspecto de la detección selectiva de velocidades en diferentes animales que viven en un mismo entorno y, por tanto, parece que deberían poder percibir movimientos similares. Con la incógnita de los primates, tal vez los mamíferos que más dependen de la información visual a causa de su vida arbórea, que tienen unos ojos de tamaño similar al de los conejos pero con muchas menos dendritas de las identificadas por Ding et al en las redes de la retina de los roedores. Leyendo esos comentarios he echado en falta al menos una alusión a la diferencia crucial de los primates: su visión estereoscópica. Algo tendrá que ver para que la selección natural nos haya colocado ambos ojos mirando al frente.

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