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Corrupción

Levanten la mano quienes se hayan quejado al menos una vez durante la última semana de lo corruptos que son los políticos españoles. Si ese experimento...

Corrupción

Levanten la mano quienes se hayan quejado al menos una vez durante la última semana de lo corruptos que son los políticos españoles.

Si ese experimento se hiciese de verdad, la selva de manos alzadas pondría de manifiesto que la corrupción es un problema que los ciudadanos del reino nos tomamos muy en serio. Pero ni siquiera hace falta llevarlo a cabo: los sondeos ponen de manifiesto a las claras cómo las prácticas corruptas figuran entre las principales preocupaciones de los encuestados. Aunque, eso sí, solemos considerar que la corrupción es de los otros, de la clase política, quizá porque hacemos caso de la famosa frase de Lord Acton: el poder corrompe; el poder absoluto corrompe absolutamente.

Dos investigadores, Simon Gächter y Jonathan Schultz de la universidad de Nottingham (Gran Bretaña) han realizado otro estudio distinto del que pide a los decepcionados que levanten la mano. Gächter y Schultz calcularon en primer lugar el índice de "prevalencia de violación de normas" (PRV es su acrónimo en inglés) correspondiente a 159 países de todo el mundo por medio de la medida de sus tasas relativas de corrupción, fraude fiscal y políticas fraudulentas en el año de 2003. Cabe precisar que la conclusión, publicada en Nature, muestra que España es de los países más corruptos de Europa, aunque no tanto como buena parte de África.

Entre los 159 países analizados los investigadores seleccionaron 23 que representaban el abanico completo de la PRV y, en ellos, entrevistaron a 2.568 estudiantes lo bastante jóvenes como para que en ese mismo año de 2003 fuese difícil que hubiesen practicado ninguna de dichas violaciones. A los estudiantes se les sometió a un experimento destinado a obtener su "honestidad intrínseca" que consistía en presentarles números, supuestamente visibles sólo para cada sujeto, y pedirles que dijesen qué numero habían visto con la particularidad de que se les advertía de antemano que serían retribuidos con una cantidad de dinero proporcional al número percibido: cuanto más alto, mayor recompensa. Ni que decir tiene que hubo todo tipo de respuestas, desde la dictada por la honestidad absoluta a la mentirosa por completo. Así se pudo determinar, pues, la prevalencia de la honestidad entre los jóvenes de los 23 países seleccionados.

El resultado más interesante del trabajo de Gächter y Schultz se obtuvo al cruzar los datos de prevalencia de violación de normas (PRV) y de honestidad. Resultó que los países en los que hay mayor proporción de jóvenes deshonestos son también los que cuentan con mayor índice de corrupción. Algo bien interesante porque quiere decir que las prácticas corruptas no son sólo "de los políticos" sino más bien una característica que se extiende por la ciudadanía de cada país. Si es antes el huevo la corrupción política, que anima a ser deshonesto o la gallina la deshonestidad intrínseca que, añadida al poder, corrompe es algo que queda por aclarar.

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