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Calentamiento global

Calentamiento global

La revista Nature ha dedicado uno de sus últimos editoriales a tratar el problema que viene siendo noticia de portada en los medios de comunicación cada pocos años: el de los esfuerzos que hacen o dicen que hacen (la duda es mía, no de la revista) los gobiernos de todo el planeta para frenar los efectos del calentamiento global. El último episodio ha sido el de la cumbre de París en la que 195 países acaban de firmar un acuerdo que plantea limitar las emisiones de CO2 con el fin de que el aumento de temperatura no supere los 2 grados a finales del sigo XXI. Las fotografías de la cumbre muestran a los líderes mundiales aplaudiéndose a sí mismos. ¿Hay razones para la complacencia?

Desde luego el acuerdo de París es mucho más universal que el de Protocolo de Kioto. En ese sentido, se trata de un paso adelante. Pero en la columna de los inconvenientes está el que los países firmantes pueden dejar de cumplirlo. Como tampoco se cumplieron las expectativas y obligaciones del de Kioto, en realidad la euforia no parece justificarse en absoluto. Las críticas al resultado de la Cumbre de París abundan en esa desconfianza.

Pero el editorial de Nature plantea alternativas. Sugiere que los gobiernos dejen de proponer soluciones para limitar la emisión de gases que provocan el efecto invernadero (soluciones que no han servido de gran cosa hasta el día de hoy) y centren sus esfuerzos en la investigación sobre los mecanismos que pueden limpiar la atmósfera de CO2 a largo plazo. Nature da un ejemplo: el proyecto recién aparecido que lleva el nombre de BECCS (acrónimo de bioenergy with carbon capture and storage) que plantea el cultivo de yerba y árboles en una extensión de tierra gigantesca, equivalente a la mitad de la superficie de los Estados Unidos. Los vegetales serían luego cosechados y la biomasa resultante transportada a las centrales eléctricas para ser quemada allí obteniendo energía. El CO2 generado se guardaría por un tiempo ilimitado en depósitos subterráneos.

El plan es, como mínimo, interesante habida cuenta de que la vegetación es por sí misma un medio de fijación del carbono libre en la atmósfera. Pero el editorialista de Nature no deja de señalar las muchas dudas que el proyecto BECCS ha levantado. De entrada, cómo se podría plantar la biomasa necesaria sin desforestar los actuales bosques. O cuánto costarían las instalaciones para separar y conducir el CO2 generado en la quema. O cuánta agua consumirá el proyecto.

Se trata de preguntas y dudas razonables pero por ese mismo motivo está en lo cierto Nature al reclamar que se invierta en la investigación sobre ese proyecto o los que puedan ir saliendo que ahora mismo no podemos ni siquiera imaginar. Lo que carece de sentido es seguir aprobando protocolos y convenios que pueden ser ignorados sin que exista sanción alguna. Y encima aplaudir lo buenos y listos que somos haciendo esas cosas.

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