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El buen salvaje

El buen salvaje

Mucho daño ha hecho la filosofía de Rousseau con su interpretación de la naturaleza feliz y bondadosa del ser humano que luego sería estropeada por culpa de la educación y las costumbres modernas. Esa idea del salvaje idílico que se convierte con el paso de los tiempos en un civilizado terrible y cruel está en el fundamento de toda política basada en el buenismo, en la presunción de que, en el estado de naturaleza, seríamos todos poco menos que santos.

Las evidencias de la arcadia maravillosa seguida de la corrupción posterior del comportamiento civilizado eran nulas en la época de la Ilustración. Tampoco han avanzado mucho desde entonces por la dificultad de encontrar indicios de la conducta humana anteriores a la aparición de la escritura. Como ésta queda asociada desde su inicio al desarrollo de las ciudades-imperio, la aritmética, la religión organizada y, en suma, los primeros manifiestos de la llamada civilización, el buen salvaje ha logrado formar parte de la mitología como soporte de cualquiera de los movimientos de añoranza de un pasado benevolente.

El equipo de investigación dirigido por Marta Mirazón Lahr, antropóloga del Leverhulme Centre for Human Evolutionary Studies, Departamento de Arqueología y Antropología de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), ha publicado en la revista Nature el hallazgo en el yacimiento de Nataruk (Kenia) de doce esqueletos articulados de cerca de 9.500 a 10.500 años de edad, procedentes de las aguas de un lago hoy desaparecido. De los doce restos recuperados, diez muestran signos claros de violencia en forma de lesiones traumáticas capaces de causar una muerte inmediata o a muy corto plazo. En tres de los casos los esqueletos están asociados a artefactos de piedra (obsidiana) que es probable que fuesen las armas causantes de la muerte. Los grupos del Valle del Rift de ese tiempo no formaban parte de civilización alguna: se trataba de cazadores-recolectores que corresponden muy bien a lo que desde la Ilustración se tiene por la condición previa al estadio civilizado.

Los autores del hallazgo plantean dos posibles hipótesis para explicar lo que, a todas luces, fue una matanza en forma de conflicto armado. Guerra, si se quiere, siempre que limitemos ese concepto a la escala de las víctimas halladas. Puede que fuese el resultado de una incursión de grupos que comenzaban a organizarse como vía hacia el desarrollo social, montando expediciones guerreras para obtener nuevos recursos alimentos, territorios, niños, mujeres. Pero también puede pensarse en un encuentro casual entre dos grupos de cazadores-recolectores que se resolvió por medio de la violencia. En cualquiera de los dos casos se desploma el mito del buen salvaje. Aunque, a decir verdad, hace ya varios siglos que ha quedado claro que la estrategia más segura es la de pensar que era Hobbes, con su afirmación homo homini lupus est, y no Rousseau, quien entendía mejor cuáles son las claves de comportamiento de cualquier grupo de seres humanos.

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