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Escorca

Descubren el lago más profundo de Mallorca

El espeleólogo Rafael Minguillón Forteza lo ha localizado en la Cova de sa Campana, en sa Calobra, a -334 metros - Tiene una profundidad de 24,5 metros y una longitud de 30

Rafael Minguillón, segundo por la izquierda, con el resto del equipo.

El espeleólogo e instructor de buceo Rafael Minguillón Forteza ha descubierto el lago subterráneo más profundo de Mallorca, a -334 metros, en la Cova de sa Campana, en sa Calobra (Escorca). Un hallazgo fruto de dos años de "dura labor", con exploraciones que han llegado a superar las 25 horas ininterrumpidas, y con el que se culmina la actualización topográfica de esta cavidad, ya incluida en la Cartografía Toponímica de Mallorca (1958) de Josep Mascaró Pasarius.

El hito de Minguillón, que preside el Grupo de Actividades de Montaña, Espeleo y Subacuáticas (GAME), también confirma que la Cova de sa Campana es la más profunda de Mallorca, un honor que hasta ahora poseía el Avenc del Puig Caragoler, con -318 metros y situado en las proximidades del Puig Caragoler de Femenia (Escorca).

El descubrimiento del lago y de otras salas de la Cova de sa Campana se produjo el pasado 21 de noviembre, mientras que la exploración subacuática se realizó días después, el 5 de diciembre.

No era la primera vez que Minguillón se adentraba en la Cova de sa Campana, de antiguo conocida y muy visitada por los aficionados a la espeleología. "Como guía llevaba a otros espeleólogos, peninsulares y extranjeros, que no entendían cómo siendo la cavidad más grande de la isla no contaba con una topografía mejor definida, acorde a su importancia, con ficha técnica y otras informaciones. Esa fue la auténtica motivación", confiesa.

A partir de ahí, Minguillón aprovechó el tiempo al máximo para "escudriñar rincones", con lo que descubrió que había zonas no exploradas o bien diferían de la primera topografía, por lo que decidió emprender el duro trabajo de exploración y nuevo levantamiento topográfico.

El 3 de octubre de 2015, junto a Pilar García, Marina Vergara y Félix Gutiérrez, exploraron varios pozos y recovecos, y visitaron una sala que Minguillón había encontrado en una incursión anterior, con un pocete de varios metros y, frente a él, un agujero de 30 centímetros que le "llamó la atención". Ese agujero daba a otra sala pero acceder a ella no era posible. "Como pude pasé la cabeza y observé una sala mayor y más profunda", relata. Tras realizar una desobstrucción, el equipo de espeleólogos pudo colar a Marina Vergara gracias a su flexibilidad y estatura, solo sujetada a unos pocos metros de cuerda sobrante. Y confirmó el hallazgo: la cueva continuaba hacia las profundidades, con una nueva sala. Volverían. La exploración había durado 26 horas ininterrumpidas y dado un nombre, el del paso abierto: MarinaGuey.

Dos meses después se adentraron de nuevo en la cueva con el objetivo de descender hasta los -325 metros y superar, los cinco espeleólogos capitaneados por Minguillón, el paso MarinaGuey. Para ellos tuvieron que cargar con cuerdas, taladro, cortafrío, chapas, comida e indumentaria para el frío gélido. En su viaje a las profundidades, aéreo al inicio, aparecieron piedras, una peligrosa sala por los derrumbes continuos, el rumor del discucrrir del agua y... ¡sorpresa!: el lago.

"Fue duro", recuerda Minguillón. "Pero estaba tan contento que el sueño y el cansancio despareció. De todos modos estábamos hambrientos y llenos de barro hasta las orejas. El esfuerzo que requirió el descenso fue descomunal, patinaba un montón y había muchísima humedad", agrega.

Descubrir el lago bien valía una nueva visita, "la más compleja y dura" de todas. Al equipo anterior hubo que añadir las herramientas propias del espeleobuceo, botellas incluidas. Al sumergirse en el lago, agua de sabor dulce y gélida, Minguillón tuvo la sensación de estar "en la Luna, flotando, sin gravedad", moviéndose de "de forma limitada, por el esquipo, muy despacio".

"No oía nada, solo las burbujas del regulador, y me sentía solo, pensado qué me puedo encontrar o si me pasará algo ahí abajo". Solo fueron 45 minutos, pero suficientes para una afirmación: "Volveremos para saber si hay algún tipo de vida en el lago".

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