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Crítica de cine

Salvar a la oveja Drifandi

Uff, película difícil de clasificar, de calificar, de reseñar. Un par de seguidores de IMDB me dan pistas: a) En Islandia hay 300.000 almas humanas por 800.000 bovinas. Y, como en gran parte del planeta, la emigración del campo a la ciudad ha dejado las zonas de cultivo o pastoreo en manos de hombres mayores y solitarios. b) Palabra de Hawthorne: "El amor y el odio tienen muchos puntos en común. Cada uno de ellos, el amante o el abominante, quedan desolados cuando desaparece el objeto de su amor/odio."

Esta cita es el resumen perfecto de Rams. Dos hermanos, avanzada edad, ganaderos, solteros, han dividido en dos la finca heredada de sus progenitores. Viven a veinte metros uno del otro pero se comunican por misivas en boca de un perro o trabucazos a las ventanas. Una enfermedad contagiosa obliga a sacrificar todas las ovejas del valle. Uno de ellos, el bruto (Juliusson), se vence al escapismo etílico; el otro, más inteligente (Sigurjonsson), adopta la estrategia del caracol. Todo por sus amadas ovejas. No hay mucha acción en el filme, ni apenas diálogos. Humor muy nórdico: el can mensajero, las visitas inesperadas durante el aseo personal, la cena de Navidad o el traslado del borracho al centro médico. La fotografía evita florituras. Un valle ganadero anodino entre colinas de baja altura, tiempo gris en verano, inclemente en invierno. Banda sonora igual de escueta, refuerzos de órgano grave en momentos señalados. El realizador sí juega con encuadres y segundos planos en las escenas de interiores. Soberbios los actores. Redondo final. Película más que curiosa. Toca una fibra sensible, universal.

Rams

Islandia, 93 min.

****

Director: Grímöur Hákonarson

Actores: Sigurör Sigurjónsson, Theodór Júlíusson, Gunnar Jonsson

Cines: Augusta, CineCiutat

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