Aunque comparte tema (narcotráfico), localización (frontera Méjico-Estados Unidos) y protagonista masculino (Benicio del Toro), Sicario no es una secuela de Traffic (Steven Soderbergh, 2000). Por encima de ambas, insuperada hasta ahora, sigue la novela El poder del perro (Don Winslow, 2005).
Respecto a las obras de Soderberg o Winslow, Villeneuve minimiza las facetas de la corrupción política, interna y externa, y los motivos de la constante demanda de drogas. Se centra en otro componente también complejo y espinoso, los porosos límites entre legalidad, alegalidad e ilegalidad; las componendas entre DEA (narcóticos), FBI (policía federal) y CIA (asuntos exteriores). El agente de la CIA lo aclara en un momento del filme: sostiene que cuando había un solo cártel colombiano la situación estaba bajo control (para la DEA y la CIA). Con los mejicanos han perdido ese control y buscan recuperarlo por la vía rápida. Meneando el árbol, haciendo ruido para que los capos asomen la nariz desde su madriguera.
Sigue siendo una proposición algo simplista (insisto, lean a Winslow), y varios personajes (los dos agentes del FBI e incluso el lobo solitario mejicano) son bastante inverosímiles. Pero insinúa lo suficiente la connivencia o impotencia de los grandes poderes (políticos, económicos, diplomáticos). Los diálogos, la realización, el ritmo, la fotografía en varios pasajes, la música (muy solemne) y las actuaciones (Blunt y Brolin muy creíbles, Del Toro algo forzado) logran un difícil equilibrio: entretener al público más escapista (las escenas de acción cuasi bélica al cruzar la frontera o atravesar un túnel secreto) y mostrar la gravedad de la longeva y embarrada guerra entre narcos y autoridades estadounidenses.
SICARIO
Estados Unidos, 121 min.
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Director: Denis Villeneuve Actores: Emily Blunt, Benicio del Toro, Josh Brolin, Victor Garber Cines: Rivoli, Ocimax, Porto Pi, Cinesa Festival Park, M. Manacor.
