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Océanos

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La revista Science ha dedicado hace poco a los océanos una de las secciones monográficas que publica con regularidad. Para cualquier persona con curiosidad suficiente, y no sólo para los especialistas, resulta obvia la importancia que tienen los mares y océanos para nosotros. En ambos sentidos: en la manera como esas masas de agua nos afectan y en el efecto importante que estamos causando mediante los cambios que la actividad humana, la industrial en particular, produce en los océanos. Es necesario, pues, situar de continuo en una perspectiva científica adecuada ese binomio al que estamos sujetos. Por si era necesario recordar que los cambios en los océanos nos afectan de manera global y no sólo a quienes vivimos cerca del agua, Edward Allison y Hannah Bassett, de la School of Marine and Environmental Affairs (universidad de Washington en Seattle, Estados Unidos) apuntan que los cambios en la intensidad y frecuencia del fenómeno que se conoce como El Niño, esa inversión de las corrientes habituales que mueven las aguas del Pacífico Oriental cercano al Ecuador, afectan no sólo a las capturas de los pescadores peruanos sino además a las cosechas de arroz en Indonesia, a las epidemias de cólera en Bangladesh, a la agricultura y ganadería del África subsahariana, al regadío en los campos del Oeste de los Estados Unidos y a los deportes de invierno en estaciones como las de Arizona.

Pero al margen de esas catástrofes digamos naturales nuestra actividad también contribuye a los cambios de los océanos con efectos globales. No se puede decir que los gobiernos de todo el mundo permanezcan indiferentes. Por fortuna parecen haber cambiado los tiempos en los que los presidentes y los jefes de Estado confiaban en la opinión de sus cuñados y es un organismo mundial, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el que evalúa la situación. Su último informe por ahora, el quinto (de 2013), enfatiza la importancia de los océanos para las transformaciones de largo alcance de nuestro entorno y la verdad es que resulta inmensa. Al considerar los servicios que nos presta el océano, Thomas Stocker, investigador de la universidad de Berna (Suiza), recuerda que el océano se absorbe más del 90% del exceso de energía que generan las alteraciones de las capas superiores de la atmósfera. Ni que decir tiene que, siendo así, las aguas marinas aumentan de temperatura y que ese incremento afecta a la circulación oceánica a gran escala, a las distribuciones de la sal en el océano y a la génesis de los ciclones tropicales. Pero, ¿sabemos qué hacer a tal respecto? Las conclusiones de los autores del monográfico de Science aluden a la necesidad de tomar en cuenta los trabajos científicos, por supuesto, pero también los conocimientos de los pueblos indígenas y las posturas morales de las principales religiones del mundo. Llegados a este punto, no sabría decir si eso me tranquiliza o me aterra aún más.

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