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¡Es el destino, imbécil!

Cuenta la historia reciente que Bill Clinton exclamó la famosa frase ¡Es la economía, imbécil! en medio de una reñida campaña electoral que le llevaría al triunfo. Con los cambios de rigor substituyendo Economía por Destino, bien podría haber pronunciado frase similar, un siglo y medio antes, Ludwig van Beethoven cuando después de unas insistentes llamadas a su puerta la persona que estaba con él le preguntó ¿Quién será que llama tan intensamente?

Pues eso, el Destino propició esa obra trascendente y rompedora que es la Quinta Sinfonía. Partitura popular como pocas, es muy apreciada por el público que la conoce bien y, quizás por eso, desea escucharla a menudo.

La versión que de esa llamada Sinfonía del Destino nos ofreció nuestra formación sinfónica el pasado jueves en el Auditòrium de Palma tuvo sus momentos destacables dentro de una lectura solamente correcta, no genial. El director marcó unos tempi un tanto arbitrarios, acelerados, que no permitían la emoción, sobretodo en el siempre seductor segundo movimiento. Per por otra parte sí que supo resaltar detalles sonoros de los solistas de viento que aportaron algo de interés a la interpretación.

En la misma línea sonó la Tercera de Schubert que abrió el concierto.

Entre las dos Sinfonías, tres aportaciones vocales. El Aria Ah! Perfido de Beethoven y dos bellísimas canciones para voz y piano de Schubert sobre textos de Goethe y que Liszt adaptó a la orquestra, Lied der Mignon y Gretchen am Spinnrade. La soprano Lisa Larsson fue la encargada de cantarlos y lo hizo con una voz bella que tiene una tesitura amplia pero falta de volumen. La Orquesta pasó por encima de la voz en más de una ocasión, lo que impidió detectar los matices que tanto Beethoven y Schubert impregnan a esas partituras tan inspiradas.

Noche, a priori, interesante pero que dejó al público con un cierto regusto a trabajo inacabado. Se esperaba más, sin duda.

***

Lisa Larsson, soprano

Martin Haselböck, director

Obras de Beethoven y Schubert

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