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Crítica de cine

El príncipe de Santo Domingo

El rey de La Habana sigue a un chico marginal que, tras el paso por un centro juvenil, intenta medrar con el único activo de un superdotado órgano reproductor. El tema, el fondo, están claros. Los personajes provocan compasión o ternura; los actores, la ambientación, la fotografía de Josep M. Civit o la música de Joan Valent arropan bien la historia. Pero, pero, pero...

Le falta la chispa, la fuerza, el impacto de Pa negre. ¿Por qué? Agustí Villaronga ha tomado varias decisiones cuestionables. La más evidente: un adolescente ya no es un niño, tiene que ofrecer mucho a cambio de que le perdonemos su inmadurez. Segunda, en la novela abunda el sexo. Abdellatif Ketiche arriesgó al mostrarlo en La vida de Adele y triunfó. Villaronga ha optado por arrimarse a Tennessee Williams, pero no se acaba de sentir la desesperación, el amour fou en sus protagonistas. Tercera, nada secundaria: ¿Se imaginan Medianoche en Paris o Vacaciones en Roma sin un solo plano real de esas ciudades? No poder rodar en la ciudad que da título al filme era como para reconsiderar el proyecto. La capital cubana tiene un aura como poquísimas ciudades en el mundo. El Malecón, los rincones de El Vedado, las callejas de La Habana Vieja son irreproducibles en otro lado. Se intuye, se resiente su ausencia. Sin embargo, con renuncios y espesuras Villaronga sigue en pie. Aunque no conmueva le sigue moviendo su determinación por denunciar el abandono, la represión, el aislamiento de los marginados. Personas que, por origen o circunstancias torcidas, se ven forzadas a luchar por su supervivencia física y, sobre todo, moral.

El rey de La Habana

***

Nacionalidad: España, 125 min.

Director: Agustí Villaronga. Actores: Maikol David, Yordanka Ariosa, Hector Medina. Cines: Rivoli, Ocimax

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