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Con Ciencia

Aprendiendo

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A la hora de explicar por qué razón los escolares españoles se encuentran situados de forma sistemática en los últimos lugares de la lista que realizan los informes PISA (siglas del nombre en inglés del Programme for International Student Assessment) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, se suele recurrir al diseño pésimo de los planes de estudio de nuestro país, agravados por el cambio continuo de las leyes de educación. Eso es verdad, qué duda cabe, y seguimos casi cuatro décadas después de que se aprobase la Constitución sin un pacto de Estado que garantice una enseñanza estable y en condiciones. Sin embargo un trabajo publicado en la revista Science, con Talia Berkowitz, del departamento de Psicología de la universidad de Chicago (Estados Unidos), como primera firmante del equipo de investigación, ha puesto de manifiesto que en la educación de los niños intervienen factores extraescolares. Berkowitz y colaboradores han aprovechado la costumbre muy extendida de leer cuentos a los hijos cuando se van a la cama para poner en marcha un experimento en 587 familias consistente en introducir a la hora del cuento unos problemas sencillos de matemáticas que planteaban los padres a sus hijos. Con el fin de contar con un estándar medible, los investigadores proporcionaron los medios necesarios a través de una aplicación para IPad. Y los resultados han sido concluyentes: se dan diferencias significativas en el rendimiento escolar en matemáticas entre los niños que tuvieron esas interacciones que implican añadir cálculos a la hora del cuento comparados con un grupo de control que siguió la costumbre tradicional.

En realidad cualquier profesor, ya sea de enseñanza primaria o secundaria, sabe de sobras la importancia que tiene la vida en familia para el rendimiento escolar. Las diferencias aparecen ligadas a los factores más elementales „desde el ambiente familiar al trato y al afecto„ pero se vuelven gigantescas cuando entra en juego lo que, de forma pomposa, podríamos llamar estimulación intelectual. No es lo mismo nacer y crecer en una familia con interés por la cultura que hacerlo en otra que vive pegada a la telebasura. Aun así, la importancia del experimento de Berkowitz y colaboradores afecta a la cuestión básica de las dos culturas. Un niño al que leen cuentos por la noche tiene ya una ventaja decisiva pero la confrontación estúpida entre ciencias y humanidades puede llevar a que ese beneficio quede diluido al condenarle al analfabetismo en una de las dos parcelas de lo que no es sino un continuo de conocimiento. Lo que demuestra ese trabajo es que, más que haber niños "de ciencias" y niños "de letras", hay familias que se preocupan por dar a sus hijos un ejemplo diverso o sesgado. Con medios muy sencillos, en muy poco tiempo y, eso sí, gracias a la voluntad de contribuir en casa a la enseñanza de los niños, se pueden lograr resultados espectaculares. A ver si algún ministro se entera y obra en consecuencia.

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