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Crítica de cine

La llamada de la época

Heimat dura 231 minutos. El argumento de esas casi cuatro horas, sin intermedio, se puede resumir en tres líneas: Siglo XIX (más preciso, 1842-1844). En el suroeste de lo que es ahora Alemania los campesinos y artesanos rurales viven en el umbral de la miseria. El hijo de un herrero, uno de los escasos lugareños no analfabetos, sueña con emigrar a Brasil.

Desvelaré un dato más: no hay ninguna muerte violenta, guerra o revolución. Sólo destacan un conato de Fuenteovejuna, el paso de un cometa o el montaje de una máquina de vapor. El resto es muy cotidiano, la vida de esa gente modesta en la época elegida por el director. Es poco y muchísimo a la vez. Es una recreación histórica impecable, un daguerrotipo de un momento con raíces muchísimo más profundas. Impulsos migratorios con causas evidentes (conflictos armados, pobreza, presión fiscal de los poderosos) y semilla genética (lean al primatólogo Sapolsky, verbigracia). La película desarrolla también, con naturalidad hiperrealista, microturbulencias de la sociabilidad. Relaciones intrafamiliares, filias, amores, celos, recelos entre vecinos de la misma localidad o de la vecina, entre seguidores de una u otra religión, la exigencia de las comunidades de que todos arrimen el hombro, la incomprensión hacia los espíritus inquietos... Aunque parezca ensalzar un bucolismo teutón, son incidentes, inquietudes, universales. Edgar Reisz suma al impecable guión una fotografía en blanco y negro con algún virado puntual a color y una banda sonora acertadísima, tan discreta como el resto del filme. Los actores, poco conocidos excepto un cameo de Werner Herzog, aportan el grano que faltaba. Película para cinéfilos curiosos, exigentes y pacientes.

Heimat-La otra tierra

Alemania, 231 min.

Director: Edgar Reisz

Actores: Jan Dieter Schneider, Antonia Bill, Maximilian Scheidtt, Marita Breuer Cines: Augusta

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