­Último día de los encuentros en que un conjunto de escritores consagrados y autores prometedores ha intentado diseccionar la maldad en la literatura. Después de un plato de fideuá o paella -novedad en el cóctel de despedida-, la maldad diseccionada se ve con ojos saciados de benevolencia, pero en algún momento hay que hacer balance. Es un hecho que el tema escogido este año por Basilio Baltasar para las Converses de Formentor ha entusiasmado a invitados y público. Ayer lleno, el día anterior casi -la ironman se interpuso en el camino de las letras-. Es normal. ¿Acaso hay libros más atractivos que ese tratado sobre la destrucción del amor titulado Las amistades peligrosas o dramas más pérfidos que los de Shakespeare (ayer Baltasar habló de El rey Lear) o personajes más diabólicos como el de Tenemos que hablar de Kevin, El padre de Aubyn (tema de Sara Mesa) o Doktor Faustus de Thomas Mann (a cargo de Félix de Azúa)? ¿Acaso no fue Genet un escritor delincuente (defendido por Molina Foix) o no denunció Manuel Machado la miseria física y moral de España en El mal poema (analizado por Carme Riera)? ¿Quién no ha leído Cumbres Borrascosas (Victoria Cirlot conectó a Brontë con los místicos) o quién no se siente atraído por las aves rapaces, de las que habló Francisco Ferrer Lerín (escalofriante la narración del hallazgo del feto muerto de un niño que acabó siendo devorado por alimoches y buitres leonados)?

El nivel de las mesas fue el esperado, bueno, en ocasiones bastante bueno, y tuvo escasísimos momentos sobresalientes, como el de José Ángel González Sainz -hubo quórum entre los periodistas-. Sin embargo, a pesar del buen nivel, la dinámica chirriaba -para el que estaba en la butaca de oyente- cuando se producían tres circunstancias: cuando las digresiones conseguían que olvidáramos el tema de los encuentros, el mal; o cuando las disertaciones resultaban excesivamente profesorales, bordeando la conferencia universitaria, o en el momento que el ponente terminaba más por contar el libro que extraer las ideas o conceptos en él contenidos.

Las anécdotas -si están bien contadas- suelen ser bienvenidas en Formentor. El beso que Genet exigió al apuesto actor Gerardo Malla, por entonces reportero en una publicación especializada en teatro, para concederle una entrevista daba la perfecta idea sobre la malicia del escritor francés, "un infractor, como los escritores", sostuvo Molina Foix. La simbología secreta en torno al 11-S con la que ilustró Basilio Baltasar al respetable fue una simpática guinda a las conversaciones, que este año se ahorraron los discursos políticos. Por primera vez no se ha invitado a las instituciones a formar parte del proyecto, que pasa a manos exclusivamente privadas (Barceló y la Fundación Santillana).

En lugar de atril y topiquillos de arenga política, la actriz Sofía Muñiz recitó un poema de Walt Whitman acompañada por tres músicos. Estuvo correcto. Para el año que viene proponemos que Biel Mesquida cierre directamente las Converses con su evocadora interpretación de Les feuilles mortes o con lo que él quiera.

Desfilaron muchos malos literarios por la Sala Orfeo, pero José Carlos Llop nos hizo reparar en que quizá no se había desarrollado suficientemente el gran debate filosófico cuando se habla de maldad: su origen. ¿Estaba ya en la naturaleza del hombre o por contra sólo existe la maldad social? ¿Hobbes o Rousseau?