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Entrevista

Vicente Molina Foix: "Soy 'catalanfriendly', pero me preocupan más los problemas sociales de nuestro país"

"La literatura es una forma de erotismo: yo voy a escribir como quien va a la cama"

El escritor Vicente Molina Foix, ayer, en la escalinata del Hotel Formentor. b. ramon

Cercano, vivaz y con un castellano sensual, acaso herencia de los poetas de la escuela valenciana. Vicente Molina Foix (Elche, 1946) habla fascinado sobre Genet, su propia malignidad en 'El invitado amargado' y los males de España. Confiesa que su escuela de escritura fue la inmersión en el teatro de Shakespeare cuando trabajó como profesor visitante en Oxford. "Yo quería traducirlo en verso". Y lo consiguió. Su casa, explica, es una inmensa biblioteca.

-Va a hablar de Diario de un ladrón de Jean Genet. ¿El escritor francés era un malo malísimo o simplemente un marginado social?

-Fue un delincuente producto de la cárcel. Lo curioso de Genet es que la maldad es en él vivida y no inventada, a diferencia de muchos escritores con una vida estable que, como el caso de Shakespeare por ejemplo, son creadores de las mentes más perversas. Genet es alguien que no deslocaliza la maldad, que la vive en su propia persona y narra sus aplicaciones a partir de la propia experiencia sin tapujos y sin condena o lección moral. Lo que yo quería, en definitiva, era hablar de un delincuente escritor.

-De un escritor fuera del sistema.

-Sí. Genet se presenta siempre como un descolocado del mundo desde la cuna hasta su juventud. En realidad, no encontró una razón moral hasta que no abrazó la causa de la defensa del pueblo palestino. Genet era voluntariamente inmoral.

-La maldad del que está fuera del sistema frente a la del que está dentro. ¿Cuál es más detestable?

-Al malvado que es fruto de un maltrato o falta de educación lo podemos entender mejor. Aunque al final los resultados de esa maldad sean los mismos. Eso sí, a veces paga más la culpa el primero que el segundo. A pesar de todo, pienso que Genet tenía su propia moralidad. Una suerte de sentido de la justicia en su cabeza. En el fondo, como era un desclasado, se permitía ciertas cosas y de él se podía esperar cualquier infracción.

-Genet escribe: "Me empeciné en el mal por el erotismo".

-La literatura es una forma de erotismo también. Hay autores que hablan de la literatura como un parto doloroso, desde la obstetricia. Y yo no lo veo así. Soy muy trabajador y me abstraigo del mundo cuando voy a escribir, pero yo voy a la literatura como quien va a la cama, no a sufrir. Por eso creo que la literatura es también un acto de erotismo.

-¿La literatura rehabilita del mal?

-No me atrevería a afirmarlo. Hay escritores que jamás se han rehabilitado. Y el lector tampoco busca rehabilitación. Al menos, yo no lo hago. A mí me interesa una literatura que me descoloque y me incite a hacerme preguntas. Para mí, la literatura es lo que los surrealistas franceses llamaban el déplacement, sacarte del suelo de tus certezas y ponerte en un terreno desconocido, en una selva virgen. No me gustan los libros humanitarios, bienintencionados. Vamos a ver: estoy haciendo una novela, no una obra de caridad. Un escritor lo que debe hacer es crear un edificio donde la maldad, la traición o el crimen queden reflejados con la mayor grandeza de expresión, consistencia y densidad, como en algunos personajes de Dostoyevsky o Proust.

-¿Cuál es el mal de España?

-Siempre se ha dicho que la envidia. Pero lo que más me molesta del carácter de mi propio país, del que no renuncio, es la falta de atención a los demás, el poco respeto por el prójimo. En España la gente es muy desatenta con el otro.

-¿A qué Vicente Molina Foix se ha encontrado durante la revisión de toda su poesía, recogida bajo el título La musa furtiva?

-Me he tenido que reconstruir. He acudido hasta a aquellos primeros poemas oscuros que aparecieron en la antología de los novísimos de Castellet. Y he llegado hasta los últimos textos poéticos, por eso hay bastantes inéditos en esa recopilación. Es un libro en el que hay mucha venganza hacia otras personas que se han cruzado en mi vida, sobre todo amores. Es curioso, porque este libro me condujo al último volumen que he publicado, El invitado amargo.

-¿En qué sentido?

-Más o menos una semana antes de que saliera toda mi poesía completa, entraron a robar en mi casa, donde en realidad ni tengo dinero ni nada de demasiado valor. Yo vivo en una biblioteca y los ladrones no roban libros. Pero estuvieron removiendo entre mis papeles y cuando fui a recogerlos aparecieron unas cartas con Luis Cremades, con quien firmo El invitado amargo. Ante esa correspondencia, recordé episodios olvidados. Justo el día de la presentación de La musa furtiva vi a Lawrence Schimel, amigo de Luis, y me contó que no estaba muy bien. Esa misma noche, al llegar a casa, le mandé un mail proponiéndole la escritura de un libro.

-Un libro de memorias conjuntas sobre la relación que mantuvieron escrito como una novela.

-Yo no lo considero una novela, pero mucha gente sí. Si acaso lo veo como una novela de la memoria. Cada capítulo está escrito de manera alterna por uno de nosotros. Cuando yo terminaba uno, se lo pasaba a él para que diera su visión de la historia y después me lo devolvía y yo escribía otro, y así sucesivamente hasta el final. En ese libro hay verdaderas perversidades mías. Vi a Molina Foix como un personaje siniestro. Jamás en mi vida volví a ser tan maligno. De todos modos, creo que, en este libro, una reconstrucción vital de un episodio verídico, aparece una cierta moralidad laica por la que me rijo. El libro también ha servido para reconfirmar que Luis Cremades es un estupendo escritor con voz propia.

-El invitado amargo tiene como telón de fondo los años 80, la época del gran cambio en nuestro país. ¿El segundo está a punto de ocurrir?

-Si te refieres al de la secesión catalana, tendremos que esperar porque ahora todo son cábalas. En estas Converses, está siendo el tema del desayuno, la comida y la cena. Yo soy valenciano y mi familia es catalanoparlante. Viví mucho tiempo en Alicante, donde se hablaba castellano básicamente, y no llegué a aprender el catalán, pero todos mis amigos dicen que soy catalanfriendly. Me molesta que haya un enconamiento hacia la gente que tiene una particularidad. Pese a ello, me preocupan más los problemas sociales de España. Estoy intrigado por ver qué trae el cambio político que se ha esbozado. En las últimas elecciones, fui de los que votó a las fuerzas emergentes. Y estoy expectante con el cambio. Algunos me llaman aventurero y loco. Pero hay que explorar cosas, el statu quo no funciona. No estoy contento en el país donde vivo: la gente está peor que antes, la tele está degradada o el cine y el teatro están perseguidos.

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