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Crítica de cine

Ni frío ni calor

Everest se inspira en la tragedia de 1996, cuando varias cordadas se vieron atrapadas por una fuerte tormenta cerca de la cima. Uno de los supervivientes, el periodista Jon Krakauer, se había incorporado a uno de los grupos justamente para denunciar o matizar el creciente mercantilismo de las expediciones al techo del mundo. Un creciente gremio de guías locales y occidentales facilitan alcanzar la cumbre a gente cada vez menos preparada a cambio de salarios cada vez mayores. Krakauer sobrevivió para confirmar que, por muchos medios de apoyo que pongan los guías, la montaña, la naturaleza, tienen la última palabra. Esos días de mayo se cobraron doce muertos y varios montañeros con secuelas de por vida. Todo eso está impreso en el soberbio ensayo Mal de altura, ameno incluso para lectores no iniciados en el tema. La película busca a un público aún más amplio. Para el masculino, unas dosis de testosterona y camaradería, sobredramatización de incidentes puntuales y leve exageración de las diferencias personales entre los guías; para el femenino, el sufrimiento de las coordinadoras del campo base o las esposas de los montañeros. Sin embargo, por no alejarse de la historia real los personajes son demasiado corrientes. Buenazos, cabezotas, más o menos responsables y poco más. Y la película pasa de puntillas sobre las causas profundas del desastre: El mercadeo, cobrar o pagar mucho por el capricho de tocar el techo del mundo, provoca que guías con exceso de responsabilidad y clientes con escasa experiencia se obsesionen con tocar cumbre y minimizen los riesgos. Aparte de eso es un filme entretenido, sin llegar a trepidante o lleno de suspense.

Everest

Nacionalidad: EE UU, 121 min. Director: Baltasar Komarkur. Actores: Jason Clarke, Josh Brolin, Emily Watson, Keira Knightley. Cines: Rívoli, Ocimax, Porto Pi, Cinesa Festival Park, Multicines Manacor.

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