No es arte político plano, puro y duro. Propagandístico. El trabajo de Alberto Borea (Lima, 1979) ostenta un fuerte trasfondo existencialista, de búsqueda de la identidad y las propias raíces -mestizas-, cuestiones que acaban relacionadas con fenómenos políticos, sociales y económicos. De su país, Perú, y del que le ha acogido, EE UU. Fenómenos que en muchas ocasiones se han convertido en globales como la inmigración, el terrorismo, el consumismo capitalista o la gentrificación de las ciudades. Cuando Borea mira atrás le asaltan imágenes de Sendero Luminoso, de las calles de Lima y de los escudos antidisturbios de la policía, con los que levanta una suerte de Brancusi en la Xavier Fiol. Elementos convertidos en símbolos universales que conforman su propio imaginario, inspirado también en las máscaras de las culturas preincaicas. La primera obra que aborda al espectador es un collage que emula la forma de los pasamontañas con que ocultan su rostro los terroristas. Lo curioso es que el material empleado son los extintos formularios que rellenaban los inmigrantes que pedían la entrada a Norteamérica. "Trabajo a partir de objetos que me llaman la atención. Los domingos siempre paseo por Brooklyn y recojo varios que después dejo en mi estudio y van tomando forma a partir de un proceso muy intuitivo", comenta acerca de su método de creación. Las cartografías de las ciudades, sus formas, movimientos y estructuras de control y de poder están tratadas en varias de las obras que pueden verse en la galería. Es el caso de las serigrafías sobre mapas de Brooklyn o Lima, con sus huellas históricas, o la intervención con spray negro sobre revistas publicitarias de distintas inmobiliarias de Nueva York creando una secuencia de abstracciones de carácter primitivo. El estilo de Borea es urbano, de calle. El blanco y negro permanentes resaltan la crudeza en el tratamiento de los temas y su lenguaje.