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Crítica de cine

Llámame Ofelia

Llámame Ofelia

El octogenario John Boorman (Excalibur, Deliverance, A quemarropa, El general) recupera a los personajes de Esperanza y gloria. El fogonazo histórico elegido ahora, también en clave muy británica, es 1952, el año en que Jorge VI (sí, el tartaja de El discurso del rey) falleció y su cetro pasó a Isabel II. El protagonista del filme (Turner) ha crecido y es llamado a filas, con la incertidumbre de ser movilizado para la Guerra de Corea (sí, los ingleses participaron). Tiene un amigo del alma (Landry Jones), le asignan a tareas burocráticas, sufre el mobbing de su superior (Thewliss) y conoce a una sofisticada y hamletiana joven (Egerton), que le inocula el tósigo del desamor.

Esa es la historia. Como los personajes ya no sufren una situación extrema que muestre lo mejor y peor de cada uno la tensión deriva aquí a asuntos más mundanos pero también atractivos: el doble descubrimiento de que las hormonas pueden anular a las neuronas y que un par de tarugos con galones pueden destrozar los nervios casi tanto como una escuadrilla de bombarderos de la Lutwaffe. El guión vuela bajo también por el amigo que recuerda demasiado al Sebastian Flyte de Retorno a Brideshead o el dulzón tercer acto. Se nivela con mucha ternura y humor. Británico, sin los excesos de M.A.S.H. La bromas en las clases de mecanografía, o las habilidades del soldado holgazán ("hay que ser muy valiente para ser un gran vago") son más que simpáticas. La trama del amor imposible atrapa sobre todo al principio; la ambientación y música no son empalagosas. Buen dramedia histórico, no apabullante, académico, comedido, sincero.

Reina y patria

Reino Unido, 114 min.

***½

Director: John Boorman

Actores: Callum Turner, Caleb Landry Jones, David Thewliss, Tamsin Egerton

Cines: CineCiutat

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