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Entrevista

Sebastià Alzamora: "Sólo hay una cosa peor que la maldad: la cobardía"

"Los delincuentes humildes casi nunca roban por maldad, lo suelen hacer por desesperación"

El escritor Sebastià Alzamora (Llucmajor, 1972).

En La Malcontenta se cruzan la realidad y la ficción para apuntalar un relato moral sobre la traición y la cobardía. Sebastià Alzamora presentará su nueva novela el día 16, a las 19 horas, en la librería Abacus.

-¿Qué hay de real y de inventado en La Malcontenta?

-La novela parte de un personaje que fue real, un bandolero de Llucmajor conocido como Durí, Joan Durí, aunque en verdad se llamaba Joan Puig. Le llamaban Durí porque provenía de la possessió homónima. Es un personaje que siempre me ha llamado la atención desde el punto de vista de construir una fabulación. En mi pueblo forma parte del imaginario local. Fue un bandolero temido y cruel que aterrorizó a la zona del Migjorn: Llucmajor, Algaida, Sant Jordi, s'Arenal y Palma alguna vez. Lo curioso es que al final el protagonista no es él sino Antònia Malcontenta, su enamorada, que curiosamente es un personaje ficticio.

-¿Por qué la protagonista es ella y no él?

-Ha habido una transferencia curiosa. A medida que escribía sobre el Durí real, se me iba desdibujando. En cambio ella, que no había existido nunca y que me la inventé, fue adquiriendo cada vez más realidad. Al final es una novela de bandoleros, de aventuras, pero sobre todo es una historia de amor, sobre una educación sentimental. La Malcontenta enseña a amar a Durí, a alguien que aparentemente no tiene sentimientos y es muy duro y frío.

-La novela arranca con la ejecución de Durí. ¿Es un episodio documentado?

-Sí. Parece ser, y esto es real, que se produjo a causa de la traición de uno de sus compañeros que, de alguna manera, lo vendió a la justicia. He tenido que hacer un trabajo importante de documentación, en el que me ha ayudado muchísimo un historiador de Llucmajor, Celso Calviño. No lo puedo afirmar con rotundidad, pero me parece que el traidor era el que yo he puesto en la novela: un personaje de Algaida llamado Bartomeu Fullana, Fullaní. En la ejecución, Durí pronuncia una frase que es capital para el desenlace de la novela: "Os veré a todos en el infierno". Tras la muerte de Durí, Antònia promete venganza contra el traidor."Emily Dickinson, Karen Blixen o Alice Munro me han ayudado a dar con el tono de la historia"

-La novela tiene una estructura muy fragmentaria.

-Sí. Toda la novela es la persecución que ella lleva cabo del traidor, una peripecia que se entremezcla con sus propios recuerdos, en los que va reconstruyendo la historia de amor entre ambos.

-Cree haber dado con el traidor. ¿Buscaba hacer justicia con el libro?

-No. Porque de hecho Durí era un personaje más bien detestable. Es más, hube de hacer un trabajo importante para suavizarlo porque si explicaba todos los crímenes que llegó a cometer, me habría salido algo inverosímil. Durí me interesaba no tanto como criminal, porque criminales ya conocemos muchos por desgracia, sino cómo un personaje tan aparentemente duro y despiadado se podía enamorar y aprender de aquello que le puede enseñar el amor sin caer en ñoñería.

-¿El lector y usted mismo llegan a sentir estima por el personaje?

-He intentado construir un personaje ambiguo. Cuando empieza la novela, te parece un personaje absolutamente rocoso porque justamente es en la escena de la ejecución donde se comporta de una manera muy violenta. Después, a medida que transcurre la novela y lo conoces a través de los ojos de ella, el punto de vista que a mí me interesaba, entiendes que era un hombre que también tenía sus sentimientos y sus partes buenas. En realidad, son una pareja de marginales, personajes que salen de la miseria, la desesperación, y que cuentan con dos herramientas: la delincuencia y el amor. Ella no es una criminal pero entiende los motivos del criminal. La gracia de la novela es ésa precisamente: que una mujer honesta pueda entender a un hombre como éste que no es bueno pero que al final se le comprende de algún modo.

-¿Quiénes son los malos de verdad: los bandoleros o los otros?

-Es una buena pregunta. Malos al final hay diversos, pero hay una cosa peor que ser malo que es ser cobarde. Los personajes que son realmente, para mí, abominables son unos personajes cobardes que pretenden ser tan duros y tan amenazadores como Durí pero que ni siquiera son capaces de eso. Son personas que por allí donde pasan lo único que generan es miseria, malestar y traición. Durí podía ser muy malo pero como mínimo tenía un código de comportamiento. Antònia es mucho mejor que él, sin duda. A pesar de que se ve arrastrada por todo el ambiente de criminalidad.

-Ésta es su primera novela con una protagonista femenina. ¿Ha pedido ayuda a otras mujeres?

-No. Algunas mujeres ya se lo han leído y me han dado su opinión. De momento es favorable. Lo que he intentado es huir de todos los tópicos sobre la escritura femenina. Hay una serie de cosas que me irritan porque las encuentro cursis, sobadas y vistas.Lo que yo he intentado es darle voz a una persona y ya está, eso sí, una persona con el punto de vista de una mujer enamorada.

-¿Se ha basado en alguna de las grandes heroínas de novela?

-No exactamente. Sí hay escritoras que me han ayudado mucho a dar con el tono. Es el caso de la poeta Emily Dickinson. Recuerdo que un día hablaba con Porcel cuando enfermó y pronunció una gran frase: "Emily Dickinson me ha hecho sentir más cerca de la muerte que el cáncer". También están Karen Blixen, Alice Munro... De antemano, no creo en la escritura femenina. Pienso que hay libros buenos y malos. Pero obviamente una mujer aporta un punto de vista diferente al de un hombre. Y a mí me interesan mucho esas mujeres que escriben fuerte, que son duras. En catalán, Maria Mercè Marçal, y en castellano, Ana María Matute.

-¿Hasta qué punto es importante el contexto histórico en la historia?

-Es el telón de fondo. Sucede a comienzos del siglo XIX. Concretamente, Durí nació en 1802 y murió en 1829. Es un momento históricamente interesante porque fue cuando en España se aprobó la primera Constitución. Durí se la había aprendido y conocía qué derechos tenía como delincuente ante la justicia. Incluso hay un momento en que lo encerraron en una prisión que en realidad era un agujero en el suelo en medio de foravila, un lugar insalubre rodeado de insectos y ratas del que consiguió huir. Cuando lo volvieron a apresar y le preguntaron por qué había huido contestó: "Porque esta prisión no cumplía los parámetros de la Constitución". Aquel era un mundo en transformación: se venía del Antiguo Régimen y se entraba en la Mallorca y en la España moderna. Un bandolero era una figura que pertenecía al pasado pero que aún tenía vigencia en el nuevo presente. Durí era un outsider.

-Es una figura que aún existe.

-Sí. Tal como vivimos hoy día se le podría comparar con los marginados, que a veces acaban delinquiendo por desesperación. Ahora estamos viendo todo este desastre de los refugiados, pero basta con salir por las calles de Palma y ver a mucha gente removiendo en los contenedores. De remover a los contenedores a robar hay un paso tenue y esto también me interesaba: la figura del delincuente como figura que genera rechazo pero que también tiene sus motivaciones. Creo que nadie delinque ni por gusto ni por maldad. La gente suele acabar delinquiendo por desesperación.

-Pero hay gente que también delinque por codicia.

-Sí, yo me refería a los delincuentes humildes. Éstos casi nunca lo hacen por maldad. Si me hablas de políticos corruptos o de Rato entrevistándose en el despacho del ministerio, esto sí que me parece absolutamente pútrido. Porque no tienen ningún motivo para hacerlo.

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