La Fundació Pilar i Joan Miró de Palma acaba de completar un valioso puzzle al que le faltaban dos piezas: el de la maqueta del Mural del Sol. El museo ha engrosado sus fondos gracias a la donación por parte de Successió Miró de los dos fragmentos -hasta ahora perdidos- de la obra-prueba del mural de la Unesco. El hallazgo lo protagonizó la historiadora Elena Juncosa hace un año en el Mas de Mont-roig. Los seis primeros fragmentos del mural fueron donados a la ciudad por el genio catalán en 1981.

Joan Punyet anunció que por primera vez en la historia se mostrará toda la maqueta íntegra. Tanto la del Mural del Sol como la de la Luna, esta última actualmente en la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence. La exposición se inaugurará el próximo 2 de octubre en la Kunsthaus de Zúrich (Suiza). Después -la fecha está por confirmar-, se celebrará una gran presentación de la pieza en la Fundació palmesana.

El nieto del artista explicó que los fragmentos donados llevaban más de 50 años en paradero desconocido. Fueron hallados durante la catalogación de todos los objetos del taller del pintor en el Mas Miró de Mont-roig. "Gracias a la gestión de Elvira Cámara [directora del museo palmesano] y el patronato del Mas, decidimos regalarlos a Mallorca", comenta Punyet, quien subraya que el deseo de su abuelo era que todos los fragmentos permanecieran juntos. "Hoy cerramos el círculo", celebra.

La historia del propio mural recala también en la isla. Miró se alzó con el Premio Guggenheim en 1959 por su trabajo en dicha pieza. El propio Eisenhower le entregó el galardón en la Casa Blanca. "Con el dinero pudo comprar Son Boter a la baronesa Münchhausen", relata Punyet.

En estos momentos, el restaurador de la Fundació Enric Juncosa trabaja por la recuperación de las obras donadas. "Son piezas de gouache, cera y carboncillo sobre papel. Se ha de consolidar el pigmento y después enmarcarlas", detalla el nieto del artista, quien especifica que la maqueta tiene el mismo tamaño que el mural original: 212,8 x 121,5 centímetros.

Cuando el catalán recibió el encargo de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura portaba consigo una cerámica de Picasso. "Podemos hacer más que esto", le comentó a Artigas. Y se pusieron a trabajar. "La idea de mi abuelo era reunir en los dos murales toda la simbología del subconsciente del poeta primitivo. Por eso investigó el arte grecolatino, el etrusco, etc., hasta retrotraerse a Lascaux y Altamira. Visitó las cuevas cántabras para contemplar la huella del hombre prehistórico", narra Punyet. De su peregrinación por las pinturas rupestres, los frescos románicos y el Parc Güell de Barcelona concibió un mural ligado al sol y a la luna, a los elementos naturales, a la vida y a la muerte, al Yin y al Yang.

Llegar a algún tipo de acuerdo con la Unesco para poder exhibir in situ las dos maquetas junto a los originales cerámicos es un proyecto que a Punyet le gustaría impulsar.