Los dos se utilizan para indicar que se está jugando pero los dos también sirven para señalar que se está tocando un instrumento musical. Juego y arte. ¿O es lo mismo?
Ara Malikian lidera, por nombre, un espectáculo en el que comparte protagonismo con otros tres instrumentistas, Eduardo Ortega, Geuorgui Fourdnajev y Fernando Clement, todos ellos de primer nivel, en una producción del grupo Yllana, en la que la música es la excusa para la diversión. Tocar jugando.
Pagagnini es el acertado título de ese espectáculo, que no concierto al uso, que une el virtuosismo de Paganini con el humor de los gags. Juego de palabras, juego en el escenario.
La ortodoxia se deja para otro día. Todo es heterodoxo, diferente. Se empieza con los acordes del Canon de Pachelbel y se termina con un baile flamenco, suenan las notas de la Habanera de la ópera Carmen de Bizet y se mezclan con un tango, incluso la tecnología nos hace pensar en una guitarra eléctrica propia del heavy cuando lo que suena es un violín. Todo ligado con sutilezas y expresiones que conducen a la sonrisa.
Pagagnini no es apto para los melómanos que esperan un recital. No es un recital. Pagagnini es un divertimento, no una sesión académica. Es el anti purismo.
Pero para llegar a ese resultado se precisa una técnica de primer nivel. Los instrumentistas (que no payasos) pueden hacer lo que hacen (tocar así, de espaldas, en el suelo, desgarrando los hilos de los arcos?) porque disponen de una gran técnica. Sin dominar como dominan cada instrumento sería imposible llegar donde se llega. Si para poder deconstruir una tortilla de patatas tienes que saber hacerla, para deconstruir a Beethoven debes dominarlo.
El Santuari de Gràcia, a la sombra de Llull, fue el escenario en el que esos cuatro artistas cocinaron su espectáculo en una calurosa noche de verano. Esas Nits Culturals, sin duda, rompieron barreras.
Ara Malikian
Santuari de Gràcia
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Ara Malikian, violín
Yllana, trio
Pagagnini
07-08-15
