Entradas agotadas para el acontecimiento lírico del año en Mallorca. El mejor tenor rossiniano de las últimas décadas actuará esta noche (21.30 horas) junto a la Simfònica de Pablo Mielgo en un Auditòrium a rebosar. "Es un programa fantástico pensado para el aficionado de ópera. Desde los dúos con la soprano egipcia Fatma Said, las arias o la parte más popular, festosa, con canciones italianas y alguna sorpresa", avanza Juan Diego Flórez. El tenor peruano, que actúa por primera vez en la isla, llega a Palma en estado de gracia. "Lo mío es el bel canto -Rossini, Donizzeti, Bellini-, pero últimamente me estoy aventurando en el repertorio francés", señala. El centro de su voz ha cambiado y evolucionado. Ahora es de un terciopelo incandescente. Ha debutado en ópera gala con Romeo y Julieta y está cantando Lakmé, Los Hugonotes o Werther. "No es fácil cantar el francés porque no tiene posición: ni en la máscara, ni detrás, hay que encontrarle un huequito desde el que sacar la voz", explica esbozando una sonrisa.

De Flórez se ha dicho que es el sucesor de Pavarotti. Una presión en la que procura no pensar. "Yo me he de concentrar en mi trabajo. Soy muy autocrítico. Siempre me grabo cuando canto porque los cantantes no nos sabemos escuchar, tenemos un oído interno y otro externo", esgrime. Así, reconoce que siempre que puede se coloca su móvil con micro en el interior del traje para después escucharse y mejorar.

Junto a Alejandro Granda, Luigi Alva y Ernesto Palacio, forma parte del cuarteto de voces peruanas más superlativas del mundo. Un número bastante elevado para un único país que ha venido a llamar la atención sobre el gran potencial de cantantes latinoamericanos. "Desconozco el motivo de tal concentración de buenos tenores. En Perú ni hay escuela de bel canto, ni temporada de ópera. En realidad, se trata de un esfuerzo privado", argumenta. "Sí es cierto que siempre ha habido grandes cantantes sudamericanos -apunta-. En Latinoamérica todo el mundo es tenor por su forma de hablar. Y aún mantenemos la canción tradicional. En México, la ranchera, y en Perú, los valses, que son más parecidos a la ópera que al pop", sostiene.

Por vivencia personal y conocimiento de la dureza de las calles limeñas, Flórez lucha desde el proyecto Sinfonía por el Perú por que el poder de la música provoque el cambio social. "A los niños pobres la música les ofrece la posibilidad de tener autoestima. La pobreza les hace pensar que no valen nada y aprendiendo a tocar un instrumento eso cambia: confían en sí mismos y se ven preparados para cumplir sus sueños", refiere. "Ésta es una forma de demostrar que la música no es exclusivamente de la élite porque nosotros la estamos ofreciendo al pueblo", comenta. El modelo de sus escuelas lo tomó prestado de Venezuela, "donde la música clásica es casi más importante que el fútbol".

La discografía del tenor -que ya actuó con la orquesta balear en el Real de Madrid- acaba de engrosarse con el álbum Italia. Muchas de las canciones ya las cantaba Flórez cuando no era más que un ilusionado joven recién llegado a Nueva York. En el recuerdo: la venta del coche de su madre para poder emprender la aventura; y las horas con la guitarra en el metro, entonando precisamente muchos de esos temas napolitanos. La guitarra será la estrella invitada -tendrá un huequito al final- en el concierto de Palma, un ritual que repite desde 2004, cuando en el Teatro Colón se arriesgó con un tango de Gardel. Experimento que funcionó.

Afable y desprovisto de los aspavientos y alharacas de divo, el peruano asegura que "se canta mejor con los pies siempre en la tierra, sin perder de vista las raíces y hacia dónde quieres ir". "Si uno está lleno de sí mismo no se canta tan bien", abunda.

En octubre, el cantante que hoy cierra los Estius Simfònics -patrocinados por Mirabaud- compartirá escenario con tres figuras pop de su país: un rockero, un artista de música criolla y otro de andina. "El pop me interesa, pero la clásica es algo mucho más cerrado. Nuestro círculo no son los estadios", asegura. Sin embargo, menta excepciones. "Pavarotti sí trascendía el mundo de la ópera. Y Plácido. Pero no se dan otros casos, no es lo nuestro", prosigue. "Desde mi punto de vista, es muy antinatural cantar con micro. La voz es delicada y ha de escucharse en la madera del teatro", defiende. Sin embargo, confiesa que si los Rolling Stones le pidieran una colaboración "lo haría encantado, sería un sueño", reconoce quien ya ha cantado con Sting o para Paul McCartney.

"La clásica no va a convertirse en algo extremadamente popular -opina-. Llena el espíritu, el alma y cuando la descubres y te llega no hay nada parecido", concluye el tenor, que espera colaborar en más ocasiones con el ambicioso proyecto de Mielgo para la Simfònica balear (se avanzó para 2016 la creación de un núcleo orquestal infantil en un barrio desfavorecido de Palma).