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Con ciencia

Verde

La ciencia alcanza en ocasiones resultados inverosímiles que cuesta creer que respondan a la realidad. Con la mecánica cuántica se traspasaron las fronteras de lo concebible para instalarse en los arcanos pese a que experimentos sencillos, como el de la doble rendija, demuestren a las claras que el mundo cuántico es el real. Pero resulta normal lo contrario: que la ciencia dé visos de certidumbre a lo que nos dicta el sentido común.

Cualquiera entiende que crecer en un medio ambiente saludable, lo más cercano posible a la naturaleza que nuestra civilización a menudo destruye, da ventajas a los niños y a los adolescentes. A algo tan obvio le faltaba, no obstante, una comprobación científica. Payam Dadvand, médico e investigador de la universidad Pompeu Fabra, y sus colaboradores han publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences los resultados de un estudio, llevado a cabo en 36 colegios de enseñanza primaria de Barcelona, en el que se analiza el impacto de la salud mental y el desarrollo cognitivo de los niños que estudian y crecen en entornos en los que la vegetación abunda, "espacios verdes".

Esa asociación beneficiosa entre lo verde y lo saludable que aceptamos de forma intuitiva resulta apoyada de manera notable por los resultados experimentales. El entorno verde en el domicilio, en el colegio y en el trayecto que lleva de uno a otro conduce en promedio a ventajas sensibles de los niños en su desarrollo cognitivo, memoria de trabajo y capacidad de atención. En parte el resultado del trabajo de Davdand y colaboradores quedaría explicado de una manera directa sin más que tener en cuenta la influencia negativa que tienen los contaminantes libres en la atmósfera (dióxido de carbono) en la salud de las personas. Pero los autores advierten que deben existir sin duda otros factores capaces de influir en esas ventajas del desarrollo cognitivo de los escolares que cuentan con espacios verdes. Mencionan a tal respecto los que podrían influir en las etapas prenatal y preescolar.

De nuevo es el sentido común el que sale al rescate. En una medida nada despreciable, los niños residen en una ciudad, pertenecen a un barrio y van a una escuela que guardan en todos los casos relación directa con el estilo de vida de sus padres. Aunque pueden darse factores aleatorios, ese estilo de vida es el resultado de una determinada elección y de la suerte que permite llevarla a cabo. Dicho de otro modo, las ventajas en el desarrollo tanto físico como mental aparecen ligadas al éxito económico y a los valores ideológicos de la familia. Nacer en un medio deprimido, pasar penurias en la familia y vivir en un barrio en decadencia no ayuda a crecer de manera sana. Pero Grullo no lo habría podido resumir mejor. Pero la clave aparece cuando hablamos de políticas de apoyo a la infancia. ¿Qué hacemos, garantizar los privilegios existentes o intentar que se reduzcan las diferencias? Ojo, que la respuesta es mucho más compleja de lo que parece.

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