Con 26 años es jefe de cocina y propietario de GRUP TO + y, desde la madrugada de ayer, ganador de la segunda edición de Top Chef. David García Cantero ha derrochado sabiduría culinaria, serenidad y sensibilidad, a veces en exceso, porque ha llegado a verse "un poco repipi".

Con el móvil "echando humo" y las redes sociales "a tope", el joven chef de El Palà de Torroella (Barcelona) está feliz, porque "el reconocimiento mola". "Gusta que te gratifiquen por el trabajo bien hecho. Yo soy un poco inseguro y que el jurado te diga que no lo haces mal me ayuda a subir el ánimo, la autoestima, a sentirme valorado", confiesa.

También tiene su repercusión empresarial: en To+ Restaurante, un espacio de ocho mesas donde elabora dos menús degustación, las líneas de teléfono están "colapsadas", con 200 peticiones de reservas en menos de doce horas. Si quiere probar su cocina, que define como una "mezcla de tradición con innovación, sensible, con mucho producto", deberá esperar al menos hasta finales de febrero.

Y su lado negativo. Las críticas de quienes ni lo conocen ni han probado sus platos y el perder la intimidad por ser "un personaje un pelín mediático". "Vas en un avión y tienes que aguantar que te hagan fotos mientras duermes, porque dicen que eres un personaje público", lamenta.

En televisión se ha visto "un poco repipi", quizá "por los diminutivos", por mostrarse "demasiado sensiblón". El joven cocinero catalán discrepa de su polémico compañero Carlos Medina, quien ha acusado al concurso de Antena 3 de manipulación: "Muchos de nosotros nos hemos retratado. Pues quizá sí que soy así, a lo mejor en comparación con los demás soy delicado. Me lo tomo con gracia".

El joven chef niega cualquier manejo y cree que este concurso de talento culinario ha sido "como un espejo", ante el que se ven "las cosas buenas y las malas, que no gustan. A Carlos le ha pasado algo similar; nadie le ha dicho que es un poco prepotente, un poco egocéntrico", dice, aunque no quiere entrar en polémicas.

David García es un corredor de fondo: "Yo voy partido a partido, compito y cocino poco a poco. Al principio mi objetivo no era ganar, sino lograr los cuchillos en la primera gala y luego ir superándome. En la final ya casi te lo crees, piensas que no haces las cosas del todo mal".

No sólo ha ido convenciendo programa a programa al jurado compuesto por Alberto Chicote, Susi Díaz y Yayo Daporta con platos como el trampantojo dulce de pa amb tomàquet y fuet o el camello en el desierto, dos de sus favoritos, sino a los siete premios nacionales de gastronomía que probaron en la final su jurel marinado, pichón con tubérculos y bizcocho de té matcha y especias.

Con ellos se impuso al otro finalista, Marc Joli, de Cal Músic (Figueras, Girona), de quien destaca que es "un luchador nato, excelente chef y persona, con la cabeza superbién amueblada". Un digno rival que, en la prueba final, contó como aliada con la mallorquina Marta Rosselló.

Igual que medita sus platos, pensará qué hacer con el premio -30.000 euros en metálico-, aunque por el momento no tiene la intención de abrir un nuevo restaurante, como está haciendo la ganadora de la primera edición, Begoña Rodrigo en Valencia.

"Quizá un hotel boutique o embellecer mi cocina", plantea. Dos restaurantes, uno de cocina tradicional y otro de autor, una empresa de catering y la gestión de otros dos locales le bastan por ahora.