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'El barberillo de Lavapiés' le guiña un ojo al musical modernista

El Teatre Principal acerca a la estética 'art nouveau' la zarzuela del hijo de Larra y de Francisco Asenjo Barbieri - El estreno es el día 27

Los responsables del teatro y el equipo artístico de la zarzuela 'El barberillo de Lavapiés'. ricardo campuzano

Un Barberillo de Lavapiés art nouveau, modernista, retro, con hombres bigotudos en escena y farolas sinuosas años 20. El director de escena del Teatre Principal, Pablo López, no ocultaba ayer su deseo por comprobar la reacción que despertará su arriesgada -en la estética- adaptación de la zarzuela de Luis Mariano de Larra y Francisco Asenjo Barbieri. "Además de contar con un elenco JASP, joven aunque sobradamente preparado, el montaje tiene algo de musical en aras de acercar el género chico a públicos más juveniles", sostiene el responsable escénico. "Es como si fuera una pieza de Mozart en el sentido de que el compositor te crea un mundo determinado pero te da flexibilidad para dirigir", puntualiza. Así, la pátina vintage y algo recargada del art nouveau escogida por López -con mucho predicamento últimamente y presente en la adaptación de Blancanieves de Pablo Berger o en la serie El tiempo entre costuras, dos ejemplos que ayer se citaron en el teatro- se acopla perfectamente al barroquismo del texto en verso, una de las dificultades sorteadas por los intérpretes de una pieza que nació como parodia del Barbero de Sevilla de Rossini, ópera asimismo prevista para el próximo febrero en la XXIX temporada lírica del Principal.

Si el hijo de Larra ambientó la obra un siglo antes de su estreno (1874), a saber, en la época del reinado de Carlos III, López justifica su quehacer en la adaptación. "En lugar de contemporizar esta zarzuela, también me voy cien años atrás hasta remontarme a principios del siglo XX", razona.

Para el director musical del montaje, Andrés Salado, al frente de la Orquestra Simfònica, que estrenará foso, y del coro del teatro, llevar la batuta de una obra sobre su tierra, Madrid, fue la espoleta que le impulsó a supervisar y examinar con ojos de artista el barrio de Lavapiés, donde suceden las tramas. "Era un lugar de comerciantes; ahora también lo es, aunque sobre todo es un punto clave de la vida social y cultural de la capital", considera. "Además de ser un cuadro típico de nuestro país, la obra contiene aspectos italianizantes, pero dignifica mucho la tonadilla española. Hay seguidillas, coplas, romanzas, jotas aragonesas... La paleta de colores instrumental está hecha con mucho gusto", refiere.

Otro de los aspectos remarcables de este título del género chico es que supone una reivindicación social de la vida de la plebe y no de la aristocracia, tan manida en otros libretos. La comicidad, el onirismo pero también la crítica social y la convulsión política se hacen patentes en este montaje que también presenta un hecho histórico: los albores del alumbrado en Madrid.

El personaje principal, un locuaz Lamparilla, es encarnado por Manel Esteve. "El protagonista es el típico pícaro de la literatura española. Está relacionado con el Fígaro de Rossini, la diferencia es que una de las tramas que interpreta consiste en el cortejo de Paloma (Lola Casariego). Asimismo, el espectador se encontrará aquí con un ataque directo al poder. Por eso, Larra se remontó al siglo XVIII y no al XIX que le tocó vivir", refiere el actor. Culminan el reparto principal los cantantes de la casa Natalia Salom (La Marquesita) y Rodrigo Álvarez (Don Pedro), así como Gabriel Blanco (Don Luis).

Nuevo foso

Por otra parte, el teatro anunció que para Trencanous, prevista para la semana que viene, se estrenará el nuevo foso para la orquesta, cuya remodelación y ampliación (ahora caben 75 músicos, por lo que el repertorio a interpretar podrá multiplicarse) ha costado 56.000 euros.

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