La soledad y el silencio remueven cada mañana los mimbres del alma de Jordi Teixidor (Valencia, 1941), el flamante ganador del Premio Nacional de Artes Plásticas 2014. Ha encontrado en la abstracción un lenguaje teñido de un negro reflexivo y mudo para depurar un pensamiento que salta de Heidegger a Wittgenstein en busca siempre, sin trucos ni concesiones, de la esencia del ser humano. Teixidor se siente libre para recoger el premio nacional que reconoce su obra y no tiene la menor intención de rechazarlo. En su estudio de Madrid, rodeado de lienzos, tablas y pinceles y acompañado casi siempre de un fondo de música clásica, habla del apasionante camino que ha elegido.

Usted tituló su discurso de ingreso en la Academia de Bellas Artes La elección del camino. ¿Cómo ha sido la elección del suyo?

A través de la abstracción he hallado el lenguaje más idóneo para hacer mi pintura y acercarme al arte de una forma, además, poco meditada.

¿Inmediata?

Exacto. En la época en la que yo empecé a pintar, la abstracción era algo vanguardista y rompedor y vi en ella una posibilidad de comunicar a través de mis lienzos muy adecuada a mi manera de pensar. Era una especie de protesta, un lenguaje directo desde un punto de vista conceptual y social.

¿Era una rebeldía?

Mire, eran finales de los años 50 y en la Escuela de Bellas Artes de Valencia no tenía cabida la pintura abstracta. Más que de rebeldía se puede hablar del hallazgo de un lenguaje adecuado para expresar lo que yo creo que es arte. Han pasado los años y sigo pensando exactamente igual. Me sigo acercando a conceptos del arte mucho más acertados que si lo hubiera hecho a través de la figuración.

¿Qué significa quitar lo que sobra en su pintura?

El proceso de creación de un cuadro pasa por diversas etapas. Partes de cero y vas acumulando una serie de ideas y posibles soluciones que te llevan a que en un momento dado en lugar de añadir tengas que quitar para reflejar lo que quieres decir.

Así que para usted, menos siempre es más, ¿no?

Lo accesorio siempre sobra.

¿Qué le aporta el Premio Nacional de Artes Plásticas 2014?

Lo que más me ha gustado es que se me ha otorgado a través del criterio de un jurado de nivel y después he recogido una serie de felicitaciones que me hacen pensar que mi pintura tiene reconocimiento y que se ha entendido mi trabajo.

Porque no es fácil entender su obra, ¿verdad?

La gente del mundo del arte entiende mi obra, otra cosa es que les guste, pero la verdad es que no doy muchas facilidades para entender mis cuadros a un público más amplio que ese al que me refiero.

¿Se le pasó por la cabeza en algún momento renunciar a este premio como han hecho otros?

Yo lo que veo es que el premio me lo concede un jurado, no me lo da el ministro de Cultura ni el Gobierno. Me lo da el Estado y no se me exige ninguna declaración política ni ningún tipo de defensa de una política cultural que me parece desastrosa. Me siento muy libre al recoger este premio.

Dice el jurado que usted ha elegido a conciencia un camino único y difícil en el arte. ¿Tan difícil es su pintura?

No es una pintura fácil porque no tiene trucos ni concesiones. Son cuadros que huyen del colorido y no tienen formas. Es una pintura vacía, austera que, además, exige un esfuerzo de reflexión.

¿Por qué hay más reflexión que emoción en su obra?

Considero que una de las cosas más importantes de esta vida es pensar y reflexionar. La emoción es causalidad y por lo tanto es relativamente fácil encontrar motivos de emoción sugeridos por el arte.

Así que no le motiva la emotividad.

Me motiva, pero no creo que tenga que ser ni la condición primordial ni la finalidad del arte

¿Qué busca en la pintura?

Cuando uno pinta busca entenderse a uno mismo y al mundo que le rodea para hallar respuestas.

¿Qué preguntas se hace usted?

Me pregunto por algo tan extraño y tan normal como es eso del ser humano, su existencia y, sobre todo, su esencia. A veces hallo a través de la pintura respuestas a mis preguntas pero otras veces soy consciente de que no las voy a encontrar. Tampoco sabemos bien lo que es el arte porque la historia del arte no deja de ser la consecuencia de buscar y encontrar respuestas.

Señor Teixidor, ¿por qué no le atrae la figuración?

Sí me atrae. Velázquez es el pintor que más me gusta pero no me encuentro a gusto en la figuración para expresarme.

¿Qué nos aporta la abstracción?

La abstracción es la depuración del pensamiento, la reflexión y el acercamiento a aspectos limpios y vaciados de referencias que distraen el concepto del arte. La abstracción nos acerca a una escala de conocimiento más certera que aquella que te hace superar elementos figurativos o simbólicos.

¿Se trata de crear una realidad inexistente pero deseable?

No siempre es deseable. Lo que hay que cuestionarse es qué es esa realidad porque para cada uno es distinta. Yo acepto la realidad buscando la esencia de las cosas y la realidad es la que uno hace en su pintura, pero es una nueva realidad.

¿Sigue creyendo que Valencia está reñida con la abstracción como cuando usted no veía allí más que bodegones y desnudos?

Valencia tiene una predisposición natural hacia el mundo figurativo, el paisaje y las referencias folclóricas del arte. Esa es una condición cultural propia del Mediterráneo.

¿No desmiente eso que dos años seguidos el Premio Nacional de Artes Plásticas haya recaído en dos valencianos, conceptuales y abstractos, respectivamente?

En Valencia surgen muchos artistas, es un lugar de artesanos, pero creo que esa coincidencia de que dos valencianos ganen este premio tiene que ver más con un punto de vista generacional que regional. Los dos nos salíamos, además, de lo que antes se entendía por arte.

¿Qué le dice la obra de su antecesora en el premio Carmen Calvo?

Conozco la obra de Carmen Calvo desde que empezó. Fui uno de los primeros en comprar un cuadro suyo y siempre he admirado su esfuerzo por la depuración de su lenguaje, por crear una atmósfera hacia el objeto, hacia el recuerdo y hacia las vivencias pasadas y futuras.

¿Y qué le dice a usted que es un apasionado de la arquitectura la Valencia de Calatrava?

Me horroriza, pero para qué voy a destruir más lo que por sí solo se está destruyendo.

¿Se refiere a Calatrava o a Valencia?

A Calatrava, pero también a Valencia.

¿Qué quiere decir?

-El problema es que Valencia ha perdido su esencia de ciudad y ha querido jugar a ser Berlín cuando debió de seguir siendo Valencia o como mucho Bolonia.

¿Qué le ha supuesto su asentamiento en Madrid?

-Llegué a Madrid en 1981 por motivos profesionales aunque en un primer momento quise instalarme en Barcelona. Estar en Madrid ha supuesto un contacto constante con la profesión y además me ha dado la oportunidad de hacer nuevas amistades.

Hábleme por favor de su experiencia neoyorquina.

Estuve en Nueva York entre 1979 y 1981, así que ya llegué mayor. Es una ciudad impactante que me enriqueció humana e intelectualmente, a pesar de las dificultades de relación que se producen en una ciudad de las características de Nueva York. Lo viví como un momento de eclosión informativa y de descubrimiento de museos y conciertos, aunque he de reconocer que la ciudad que yo conocí había dejado de ser la magnífica Nueva York de los gloriosos y artísticos años 50 y 60.

¿Qué conclusiones sacó de su exposición retrospectiva en 1997 con diecisiete cuadros en negro en el Instituto Valenciano de Arte Moderno?

Fue una de las experiencias personales más importantes y transcendentales que he vivido y se convirtió en un hito en la forma de enseñar una serie de cuadros. Esa exposición causó gran impacto y las grandes muestras que he hecho han sido a partir de esa experiencia basada en la ausencia y el vacío que permite la reflexión total.

¿Por qué el negro es tan importante para usted que ha ido prescindiendo de los demás colores?

El negro es ausencia, vacío y donde realmente hay espacio para algo. Es una cercanía a la nada, pero no a una nada de renuncia sino de paso a algo. En el negro encuentro un momento perfecto para encajar todo tipo de reflexiones. Mi negro no representa lo trágico. Es un negro de meditación y reflexión. Es el negro del silencio.

¿Qué le dicen partidarios del negro duro como Chillida, Millares y Saura?

Ellos se acercan al negro de gritar, es un negro de protesta que nace con un significado y una determinación de enfrentamiento, de crítica.

Los impresionistas dicen que en la naturaleza no hay negro sino sombras violetas.

Y eso es cierto desde el punto de vista cromático de la ciencia del color. Ellos eran unos expertos en captar la naturaleza a su comodidad y medida.

¿Cómo es el componente ético de su obra?

La ética es la parte de la pintura que no se ve. Mi trabajo tiene un componente ético que tiene que estar y ser evidente y que, sobre todo, me hace estar muy atento en esos momentos tan difíciles que surgen cuando llegas al estudio y te enfrentas con la soledad y el silencio.

¿Siente muy a menudo esa soledad y ese silencio?

Todos los días. Cuando te enfrentas a una obra es un momento muy difícil que no siempre es placentero porque te preguntas si lo que haces debe ser o no ser.

¿Qué sucede cuando no debe ser?

Que puedo llegar a romper la obra y volver a empezar.

¿Y qué huella ha dejado Cuenca en usted?

Entrar en contacto con el grupo de Cuenca fue muy importante en mi vida. Sucedió en 1961, cuando terminé Bellas Artes en Valencia, y de la mano de Gustavo Torner. Gracias a él conocí a todos los componentes del grupo en aquellos años aún oscuros de nuestro país. El grupo de Cuenca fue para mí una escuela de aprendizaje liderada por un reducto de artistas totalmente rompedores.

¿Ha sido justa la sociedad con su generación de pintores donde están Juan Suárez, José María Iturralde y Gerardo Delgado?

El mundo de la crítica y de la historia ha sido generoso con nosotros, la sociedad no tiene por qué.

¿Qué ha aportado esa generación a la pintura española?

Hicimos un arte que rompió con la manera que existía de entender lo que era un pintor. Antes, los pintores eran profesionales vocacionales y de aptitudes; no tenían que venir acompañados de exigencias culturales o intelectuales ligadas, por ejemplo, al cine, la música o la poesía. Fuimos la generación del cosmopolitismo cultural y aportamos una nueva manera de reflexionar a través de la intelectualidad de la pintura.

¡Casi nada!

Y eso que nos cogió en un momento aún difícil tanto cultural como político. La generación que nos siguió se encontró ya mucho camino andado y además se benefició del auge del coleccionismo y de las galerías de arte.

¿Qué le enseñan sus lecturas de Heidegger?

Reflexión y pensamiento. No tuve una formación académica de filosofía y me impactó la visión que da Heidegger del concepto del ser, de la nada y de la existencia. Es un filósofo muy difícil y me acerco a él a través de otros autores como George Steiner.

¿Le sucede lo mismo con Wittgenstein?

Sí. Son dos personalidades profundas con un pensamiento que me hace disfrutar muchísimo pero que no llego a alcanzar del todo.

¿Por qué le atrae tanto la filosofía?

Porque es la única ciencia que ayuda a la reflexión, al pensamiento. Con la filosofía se aclaran interrogantes de la creación, la presencia y la esencia de las cosas. Nos deberían enseñar desde pequeños a dedicar al menos quince minutos del día a pensar en la esencia de lo que es el pensamiento.

¿Cómo influye la poesía en su obra?

Es otra manera de entender las cosas y la realidad. El lenguaje de la poesía es similar al de la pintura. Cuando empiezas a escribir te acercas a lo que quieres decir, defines y luego hay palabras que salen del poema. Vas quitando y poniendo.

¿Qué poetas le apasionan?

Me gusta mucho Nicanor Parra y de la generación del 27 me gustó siempre Cernuda. Nunca me ha interesado Lorca. Antonio Gamoneda es otro de mis poetas favoritos y muchos jóvenes de los que no recuerdo su nombre.

¿Por qué no le interesa Lorca?

Lorca ofrece un concepto de la realidad excesivamente obvio aunque reconozco que el recorrido que hace para llegar a esa obviedad es de gran belleza. Me gustan los poemas en los que no hay tanto que ver pero hay mucho que pensar. Si me tuviese que quedar con una obra de Lorca sería Poeta en Nueva York.

Señor Teixidor, ¿qué le queda por hacer?

Pintar mejor de lo que pinto para que los cuadros sean de verdad pensamiento y reflexión.