Modelo, diseñadora y cantante. Está en Mallorca para participar en Prêt à Portals y ha venido con su novio, Charlie Centa, su gran apoyo en este momento difícil tras sufrir y superar un cáncer de mama que le ha cambiado más por dentro que por fuera

—¿En qué momento está?

—En un momento muy dulce a pesar de todos los cambios que ha habido en mi vida y me siento tan bien, tan genial que quiero contarlo. Los poros de mi piel exhuman eso, la genialidad del momento que estoy viviendo. He sufrido un cáncer de pecho, una enfermedad cada vez más común y me doy cuenta que me ha servido para acercarme a mucha gente. Todo el mundo me cuenta su historia, porque quien más quien menos o lo ha sufrido o tiene alguien cercano que ha padecido la enfermedad. Es muy curioso cómo te hermana con otras personas.

—De repente forma parte de una nueva comunidad.

—Creo que es muy importante hablar de ello porque todavía hay muchos miedos y tabús, incluso miedo a la palabra cáncer.

—¿Usted se ha sentido acogida y bien tratada desde el principio?

—Bien tratada y querida por todo el mundo, desde mi familia a la sanidad pública donde el tratamiento que he tenido ha sido delicioso, de una calidad humana excepcional. Es una pena que la Sanidad Pública esté pasando por tantos problemas y esté tan poco apoyada.

—Todo su tratamiento ha sido en la sanidad pública.

—Todo absolutamente. Incluso me ofrecieron ayuda psicológica pero no lo consideré necesario puesto que yo ya lo estaba haciendo antes, ya me estaba tratando con un psicoanalista y es curioso, estamos más acostumbrados a hablar con alguien en la parada del autobús y contarle nuestros problemas que ir a un psicoterapeuta, que es tabú, y contarle nuestras cosas. Es muy interesante lo que puedes conocer de ti mismo con la ayuda de un especialista para entenderse a uno mismo.

—¿De usted que parece una privilegiada qué es lo que no entiende?

—Muchas cosas, cada vez voy cerrando el cerco mucho más. Tengo que estar siempre ojo avizor para no repetir errores o fustigarme innecesariamente. A veces sin darnos cuenta somos muy masoquistas.

—Usted, al menos para una generación, es un icono de la felicidad y la libertad.

—Es curioso porque antes era un icono borde que en realidad me gustaba mucho, quizás porque no se me acercaba nadie. Me gusta mantener las distancias y ser lo más honesta posible, y creo que lo estoy consiguiendo. Honesta conmigo misma primero y después con mi público. Quizás eso haga que la gente me perciba como alguien positivo.

—¿Cuida de su imagen obsesivamente o es así de diferente?

—Todo es fruto de la casualidad. Me fui a trabajar a Nueva York sin contactos de ningún tipo, que es mucho más difícil, y triunfé como modelo en un lugar donde el concepto de trabajo es muy diferente del que se tiene en España. Ahí no era una Bosé, era una modelo a la que se le quiso dar una oportunidad, y la aproveche.

—¿Es un peso ser una Bosé?

—No es un estigma ni un peso pero trabajar liberada del apellido te permite saber que puedes hacer otras cosas, que por ti misma tienes un sitio, que te puedes hacer un nombre sin necesidad de estar cuidando de otros, aunque para mi sean un orgullo. Adoro a mi abuela Lucía, adoro a mi tío Miguel, no puedo negar que venga de ahí.

—¿De Dominguin tiene algo?

—Creo que la valentía de un torero. Creo que tengo la actitud, la valentía aunque me haya puesto ante un animal distinto y lo haya sabido torear. Un torero no está en una lucha con el toro, ama su trabajo, convive con ello. Yo lo he hecho ayudada por la ciencia, son increíbles los avances diarios que existen. Yo he sido muy alternativa, de medicina natural, pero no rechazo los tratamientos químicos, al revés, me han ayudado de la manera más tradicional que existe para combatir un cáncer, con hormonas, con quimio cada tres semanas?

—Usted es madre ¿Ha sentido miedo por sus hijos, a que la vieran mal?

—En absoluto. Me limitaba la quimio, necesitaba calma. Ser madre es lo que es, da igual como estés, es algo que va más alla. He sentido tristeza por desconocimiento, por no entender, pero no miedo.

—Usted nunca ha querido ser una modelo al uso. ¿Ahora mucho menos?

—En Nueva York supieron explotar mi ambigüedad y ahí comenzó todo en realidad. Mis piernas, heredadas de mi padre, han sido muy radicales, potentes, casi de futbolista, lejos de ser un hándicap me han hecho una modelo distinta. He jugado con mis cambios de imagen casi de manera inconsciente. Solo para jugar, para ser diferente. Con David Delfín, en cuanto le conocí, lo que nos divirtió mucho fue cambiarnos el pelo.

—¿Qué es lo que le ha unido tanto a David Delfín, hasta ser su musa?

—Es como si fuera mi hermano mayor, le admiro, le sigo. Es la persona con la que más tiempo de toda mi vida he compartido. Nuestra relación es química y espiritual. Es mi cómplice, con él todas las tonterías eran posibles, todo lo hacíamos viable, los looks, la ropa, la música, nos entendimos al instante en ese juego constante y loco.

—¿A dónde va la nueva Bimba?

—Estoy con ganas de tener todo bien organizado. Acercarte a la muerte te posiciona ante la vida, aunque yo siempre he sido muy devota, siempre me ha atraído el mundo de los muertos, su estética. Me siento más serena y mi pareja Charlie Centa me ha ayudado muchísimo a encontrar esa paz. Antes lo hacía todo sin pensar, porque sí. En los dos años que llevo con él he aprendido a recapacitar. Charlie es bondad, inteligencia, alegría, vitalidad, luz. Mi hija dice que Charlie lo es todo. Es el amor total. Me siento ultra afortunada.

—¿Ya no canta?

—Soy cantante por accidente. En España viven cuatro de la música, Miguel Bosé, Bisbal... Yo he tomado la decisión de hacer muchas cosas, no soy capaz de hacer una sola. Además soy muy vaga, ponerme a escribir una canción para mi es un suplicio, no soy disciplinada.

—¿Qué le ha parecido Prêt à Portals este año?

—Increíble, lo que no consiga Javier Escobar... Es un gran circo, un gran espectáculo, un gran impulso. Es como vivir en otro mundo y echo tanto de menos vivir fuera, en otro país, más sano, más bello. Mallorca es ese mundo mágico con el que sueño.

—Se ha comprometido mucho políticamente últimamente.

—No soy nada política pero me jode estar en mi país y no sentirme de mi país. Soy patriota, me gusta sentirme querida por mi nación y ahora siento que España no quiere a los españoles. Echo de menos lo que veo en otros países, que aman lo suyo.

—¿Votaría a Podemos?

—No. Nunca.

—Usted fue mallorquina durante una buena temporada.

—Cumplí aquí mis trece años. En el tren de Soller mi madre se empeñó en hacer mi fiesta de cumpleaños con mis colegas del Queens College, mi colegio aquí en Palma. Mi primer contacto con España fue a través de Palma porque yo vivía en Estados Unidos con mi padre. Fueron casi dos años muy agradables.