Se cumplen diez años del descubrimiento que sacudió la paleontología humana: el del hallazgo en la caverna Ling Bua de la isla de Flores (Indonesia) de un esqueleto con una mezcla de rasgos primitivos y avanzados perteneciente a un ser humano distinto a cualquier otro conocido hasta entonces y de un tamaño diminuto pero con una edad que se instala casi en los tiempos históricos: 18.000 años. El Homo floresiensis, que es como los autores del descubrimiento propusieron que fuese clasificado, habría sobrevivido hasta mucho después de que se extinguiesen nuestros primos hermanos los neandertales. Desde los primeros artículos descriptivos el Hobbit, que es el nombre informal que se le dio, quedó instalado en la polémica: ¿se trataría de una especie antigua de humanos que había logrado llegar hasta ayer mismo, como quien dice? ¿Sería un miembro pigmeo de nuestra propia especie? ¿Un individuo con severos trastornos del desarrollo?

Una década después la revista Nature dedica un monográfico al hallazgo del Hobbit que incluye nada menos que la opinión de Chris Stringer, antropólogo del National History Museum de Londres, sobre lo que ha supuesto el Homo floresiensis y las dudas que genera todavía hoy. El punto de vista de Stringer es privilegiado porque el descubridor del fósil de Ling Bua, Peter Brown -investigador de la School of Archaeology & Anthropology, Australian National University (Canberra, Australia)-, se dirigió precisamente a Stringer enviándole las primeras fotos del Hobbit con una pregunta: ¿qué es esto?

De hecho diez años después no hay una respuesta terminante aún. Si bien parece haberse impuesto la interpretación más sensata, la de que se trata de un miembro de nuestro género pero de una especie distinta a la de H. sapiens y tal vez llevada a la extinción por nosotros, la fecha en la que podría haber alcanzado la isla de Flores y el sentido de su viaje hasta allí permanecen en la oscuridad. El Hobbit podría ser -es la hipótesis más probable- un Homo erectus que fue evolucionando hacia formas más enanas a causa del aislamiento y la falta de predadores en Flores. La presencia en la isla de un elefante enano, el Stegodon, coetáneo del H. floresiensis, es un argumento sólido en favor de esa idea que, por cierto, se aplica también a nuestro bóvido enano de Mallorca, el Myotragus.

Pero Stringer recoge en su comentario otra posibilidad: la de que el H. floresiensis no proceda del H. erectus sino que sea el resultado final de una salida de África anterior a la conocida gracias a los fósiles de Dmanisi (Georgia) que tuvo lugar hace menos de dos millones de años. De ser así, habría que reescribir toda la historia de la evolución humana desde que nuestros ancestros abandonaron el continente africano para ocupar Asia y Europa, buscando pruebas acerca de la manera como pudieron enfrentarse con los climas extremos de esos dos continentes.