El diario de mayor tirada de España publicaba el martes pasado una noticia en su sección de ciencia bajo el siguiente titular: "Descubierto el primer grabado rupestre neandertal". La crónica se refería a la publicación en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences de un artículo de Joaquín Rodríguez-Vidal, del Departamento de Geodinámica y Paleontología de la universidad de Huelva, como primer autor al frente de un equipo con especialistas de la talla de Francesco d´Errico y Clive Finlayson, que daba cuenta del hallazgo en la cueva de Gorham (Gibraltar) de un grabado hecho sobre la pared de piedra a lo largo de una superficie de cerca de 300 centímetros cuadrados. Las líneas del grabado, horizontales y verticales en cruz en su mayor parte, componen una figura geométrica indudable que, como mayor prueba del propósito de su autor, se logró pasando una y otra vez la punta del buril para marcar los surcos. A juicio de los autores, el grabado de la cueva de Gorham demuestra la capacidad de los neandertales para el pensamiento abstracto y su expresión. La especie más cercana a la nuestra en términos evolutivos lo estaría también en cuanto a capacidades mentales.

El grabado de Gorham es convincente. Su interpretación también: se trata sin duda de una figura producida intencionalmente dibujada, en la hipótesis más probable de lejos, por los neandertales. Pero sostener que estamos ante el primer grabado rupestre de nuestros primos más cercanos es una exageración. Hace más de dos décadas que se describió una lámina de piedra con formas geométricas aún más impresionantes que las del grabado de Gorham. Se trata de la lámina de Quneitra, un pedernal procedente del yacimiento musteriense de ese nombre sito en las Alturas de Golan (Oriente Próximo). El objeto fue descrito por primera vez por Naama Goren-Inbar en 1990 y Alexander Marshack defendió seis años más tarde que su composición de curvas concéntricas supone la muestra más antigua de un simbolismo representativo en forma de grabado.

Si el yacimiento de Gibraltar tiene cerca de 39.000 años, el de Golan alcanza los 54.000. Ambos cuentan con los mismos indicios acerca de la autoría de los grabados por parte de los neandertales. Y la lámina de Quneitra es aún más espectacular en cuanto a simbolismo abstracto que la de Gorham. ¿A qué viene entonces el lanzar las campanas al vuelo respecto del hallazgo gibraltareño? Quizá a que aún hay quienes se resisten a ver en los neandertales a unos seres con alta capacidad para lo que cabría calificar de producción artística. En ese sentido el grabado de Gorham se suma a las conchas perforadas y los pigmentos coloreados de otro yacimiento del sur de España, la cueva Aviones de Murcia, proporcionando en su conjunto evidencias innegables en favor de una mente neandertal muy próxima a la nuestra. Pero eso lo sabíamos ya hace mucho, pero que mucho tiempo.