El verano ha llegado también a ASPACE y para celebrarlo hay quienes se han puesto coloridos collares hawaianos. Unos 150 alumnos acuden diariamente al enorme edificio que la Asociación de Parálisis Cerebral de Baleares tiene en Marratxí, donde cuentan con residencia, centro de día, centro de educación especial, atención médica e imprescindibles cuidadores y voluntarios que se encargan de atender constantemente a usuarios de todas las edades.

En la asociación se ofrecen talleres que se distribuyen dependiendo de las edades y las necesidades de cada uno. Cuentan con actividades de cerámica, equinoterapia, manualidades e incluso hay un aula de informática con diferentes variedades de teclados para que todos puedan hacer uso de las nuevas tecnologías. También tienen dispositivos y aplicaciones adaptadas para que se puedan comunicar entre ellos o pasar lista de manera interactiva. Además de los programas didácticos que fomentan el aprendizaje integral y el desarrollo de sus capacidades personales, quienes asisten al centro también necesitan un espacio para fomentar su creatividad y poderse expresar libremente.

Bruno Daureo, artista mallorquín licenciado en Bellas Artes y Técnico Superior de Fotografía, les ha dado esa oportunidad en el taller que le propusieron impartir desde la asociación. Aunque “no había tenido ningún contacto anterior con este colectivo invisible a ojos de la sociedad”, decidió aceptar la propuesta. Reconoce que la primera vez que llegó se sintió impactado por los problemas a los que se tienen que afrontar quienes acuden a la entidad. pero no dudó en asistir allí como voluntario por las mañanas. Por las tardes, también tiene un trabajo convencional que necesita para ganar dinero, sin embargo, colaborar con ASPACE “le da un sentido a mi vida y me hace sentir que soy algo más que parte de un engranaje”. Bruno no tenía un programa preestablecido para el curso, lo único que quería era proponer feedback y que los asistentes pudieran explayarse. A su taller asisten “chicos muy especiales que agradecen cualquier cosa por poco que les des”.

Colaborar en ASPACE le da un sentido a la vida de Bruno pero también a la vida de quienes acuden allí para tener un espacio y una oportunidad hechos a su medida. Es el caso de Andreu, el alumno que se muestra más dispuesto a explicar su vida personal. Lo hace con entereza porque es algo que tiene notablemente muy asumido. “Lo mío no fue un accidente, tengo una parálisis degenerativa de tipo párkinson”.

EL MILAGRO DE ANDREU

Relata que a los 24 años quedó en silla de ruedas y a los 40 decidió irse a vivir a la residencia de ASPACE para no dar tanto trabajo a su familia. Cuando habla de sus padres que murieron lo hace con emoción y agradecimiento. “Para mí son santos y me da pena que se fueran con la amargura de ver a su hijo en silla de ruedas”. Sin embargo, se confiesa muy devoto y cree que desde el cielo ven que puede caminar. Hace trece años que ocurrió el “milagro”. Sucedió gracias a un cambio en la medicación que hicieron que su salud mejorara y pudiera levantarse de la silla a la que tantos años estuvo sentado. Andreu cuenta con sinceridad que hasta entonces había perdido la fe de poder caminar y su dolor era tan insoportable que “llegué a desear que Dios me llamara para unirme con mis papás”.

Pero eso no ocurrió y la vida le dio una oportunidad que aprovecha al máximo. Le encanta dibujar bodegones y hacer fotos de paisajes “porque así tengo una excusa para ir a pasear cuanto más lejos mejor”. Las cuidadoras de la asociación le acompañan en sus paseos por su querida Serra de Tramuntana y también le han echado una mano con su trabajo sobre el tren de Sóller. Esta es otra de sus grandes pasiones por lo que ha escrito “Recuerdos del tren de Sóller” donde relata sus experiencias en este tren en el que no recuerda la primera vez que subió pero que para él es muy especial. Está muy contento con su trabajo y tiene la esperanza de que algún día se pueda publicar “aunque la cosa está muy complicada.”

LIBERTAD PARA EXPRESARSE

En el taller de fotografía él y otros chicos con discapacidades han hecho retratos a los compañeros, han posado como auténticos modelos, han dibujado y han hecho collages. El resultado ha sido tan bueno que fueron seleccionados para hacer una exposición en el ArtNit para mostrar sus trabajos del que se muestran sumamente orgullosos. “Cada uno hizo un collage a partir de distintas fotos, lo más importante era ayudarnos entre nosotros”, Mariano explica sonriente cual fue el proceso de elaboración mientras los demás le escuchan atentamente y asienten. Al fin y al cabo “para ellos lo importante no es ni la simetría ni el equilibrio de los trabajos, de la teoría ellos se quedan con lo que quieren porque lo realmente importante es disfrutar”, concluye Bruno.

Es imprescindible comprobar que el esfuerzo ha valido la pena. Bruno les enseña el resultado obtenido proyectando las fotos que han hecho en los últimos días. Todos se ponen de acuerdo en que los mejores retratos son en los que salen sonriendo. A la hora de recortar las imágenes y cambiar los efectos de acuerdo a las preferencias de cada uno, algunos las quieren en blanco y negro, otros las piden en amarillo y hay quien tiene claro que en color quedan más bonitas.

Precisamente, elementos como los colores o la música son para ellos una estimulación. Cuando Bruno propone encender la radio para dinamizar la actividad, César, que es sin duda el más bromista del grupo, pide que les pongan heavy metal mientras los demás niegan con la cabeza. Poco antes, otro de los asistentes había recitado de memoria unos versos de la conocida canción l'Empordà que le vinieron instantáneamente a la cabeza al decir “Somriu” para sacar una foto.

LOS BENEFICIOS

Las aportaciones son mutuas. El mejor beneficio notable para los alumnos, insiste una voluntaria, “es la sonrisa”. Ellos se muestran participativos, se divierten, interactúan y sienten que forman parte de un grupo. Ese es precisamente el principal logro de la asociación, mejorar la calidad de vida de quienes sufren algún tipo de discapacidad y favorecer su integración social.

Por su parte, a los monitores, asistir a ASPACE les enseña a formarse y aprender. Bruno se lleva de esta experiencia la certeza de que ha valido la pena y la satisfacción de “ver que puedes hacerles contentos con tan solo unas horas al día”. Sin duda, “son chicos muy agradecidos que continuamente regalan muestras de cariño” como las que se dan en el último día de taller cuando uno pide que llamen a su novia, que está en otro grupo, para que puedan hacerse una foto juntos. La chica, llega enseguida, posa abrazada a él y, antes de despedirse, anuncia que va a decir unas palabras. Dirigiéndose al grupo expresa “sois maravillosos” y una cuidadora que les ayuda en la sala le responde cariñosamente “tú sí que lo eres”.

Se trata de un trabajo diario de cooperación y compromiso el que permite que sucedan “milagros” como el de Andreu. En este caso, una imagen vale más que mil palabras: las caras sonrientes de las fotografías son el resultado de la dedicación y el trabajo colectivo que, día tras día, se realiza en ASPACE.