Meteora Grecia, 82 min. **** Director: Spiros Statholopoulos. Actores: Teo Alexander, Tamila Koulieva. Cines: CineCiutat.

Los monasterios de Meteora, en el centro-este de Grecia, se fundaron con monjes del Monte Athos. Comparten similar geografía, alzados sobre unos pilares rocosos que cortan la respiración. Se diferencian en que los religiosos de Meteora son algo más abiertos. Han permitido la presencia de un convento y las visitas de lugareños y turistas.

Meteora, la película, cuenta una historia casi tan frugal como la vida de sus residentes: Teodoro y Urania, un apuesto monje y una atractiva monja, se enamoran. Como Romeo y Julieta, sólo que en vez de Capuletos y Montescos hay superiores y superioras, deberes y rutinas con sus respectivas fraternidades que apenas dejan resquicio para sus encuentros. Y, sobre todo, unos votos de renuncia a casi todos los placeres terrenales, elegidos previa y voluntariamente por ellos. El argumento, toda la tensión dramática, descansa en ese único pilar: ¿Hasta dónde llegarán? ¿Acabarán rompiendo los votos? No pasa prácticamente nada más aparte de eso. El envoltorio, es cuádruple: un seudodocumental etnológico, otro fotográfico con bellísimos planos de las montañas y monasterios en variadas condiciones climatológicas, una banda sonora de cantos gregorianos, y unos curiosos insertos de animación. Recrean, para elipsis argumentales, grabados premedievales con una técnica igual de rupestre. Recuerdan a los títulos de La vida de Brian, pero sin tono paródico, bien encajados en la película. Meteora es como un retiro espiritual de hora y media. Exige paciencia monacal, enfundarse el hábito y mente de un eremita. Ofrece como gratificación unos paisajes apabullantes, una música hipnótica y una bella historia de amor.