¿Cuándo y cómo empezó su querencia por el diseño?

-Siempre hay algo en lo que te rodea que forma tus gustos. Me acuerdo de libros y detalles de mi infancia. Muchos de éstos forman parte de un archivo personal de recuerdos que he ido conformando. La verdad es que yo era un pésimo estudiante de pequeño pero siempre destaqué en dibujo. Me gustaba el dibujo natural y a los 12 años pintaba al óleo. Después, en Bachillerato, destaqué en dibujo técnico. Por entonces ya me interesaba también la arquitectura y el dibujo de espacios. Y hacia 2º ó 3º de BUP hice un curso de introducción al diseño que ya me guió un poco a esta profesión. También recuerdo una exposición de una imprenta de Barcelona, Filograf, que se hizo en el colegio. Y al padre de una compañera de clase, que era diseñador gráfico, en concreto Yves Zimmermann. Le pregunté dónde me recomendaba estudiar Diseño.

-¿Le dio algún consejo?

-Me recomendó marchar al extranjero. Pero no lo hice. Fue a visitar las dos escuelas especializadas que por entonces había en Barcelona: Eina y Elisava. Y me gustó más Eina. Antes de estudiar Diseño, pensé en estudiar Arquitectura, pero al final no sé si me dio pereza o me vi incapaz.

-¿Qué supuso para usted descubrir el mundo de la tipografía?

-Fue muy importante. No me lo imaginaba. Me encontraba muy a gusto trabajando con letras. Estando ya en la escuela de Diseño, me di cuenta de que venía de un colegio en el que me habían proporcionado un buen bagaje cultural. En casa también había muchos libros de literatura. Recuerdo las ediciones extraordinarias de Círculo de Lectores, la enciclopedia Larousse. En casa me pasaba horas mirando la maquetación y las letras de sus tomos.

-¿Ética y estética van de la mano en su profesión?

-Mucho. Los diseñadores tienen una responsabilidad importante, casi pedagógica, al colocar un producto en la calle. Lo que hacemos ha de estar bien hecho. Por otra parte, en esta sociedad de consumo en la que vivimos, debemos pensar en diseñar productos que la gente pueda guardar durante un tiempo.

-¿Cómo ve Palma?

-Palma tiene poco ruido gráfico. Otras ciudades tienen mucho más. Los diseñadores somos precisamente responsables de ese ruido gráfico.

-¿Ha habido una burbuja del diseño que ha explotado?

-Sí. Ha ido en paralelo a la época de bonanza. Es normal. El diseño es un reflejo de la sociedad. Hubo un momento en que el mercado exigía muchos diseñadores. Crecemos con el mercado y nos reducimos con él. Cuando yo empecé a estudiar en el 82, el país crecía. Hasta el 90 y pico trabajé para otros y en el 93 monté un estudio con mi exsocio Fernando Gutiérrez. La crisis del 93 no la notamos: teníamos mucha energía y empuje.

-¿Cuál ha sido la gran lección de la crisis?

-La gran lección de la crisis es hasta qué punto somos prescindibles. La verdad es que se ha recortado mucho en diseño gráfico. Muchas empresas han dejado de hacer catálogos, y yo creo que se equivocan. Los diseñadores no somos imprescindibles como los médicos, pero somos necesarios porque nuestro trabajo consiste en crear identidad visual. Desde cualquier multinacional hasta un comercio local necesita una identidad visual para comunicarse con su cliente. En el sistema capitalista esto funciona así. Los diseñadores damos forma a un contenido o a una personalidad visual y también ayudamos a comprender mejor ese contenido. Por ejemplo, cuando uno lee un libro, el diseñador ha de desaparecer. La cuestión de la invisibilidad es importante. No has de notar las letras. Por eso no hay tipógrafos famosos como sí hay economistas, científicos, etc. Por otra parte, los diseñadores también mejoramos la convivencia de las personas. Por ejemplo, con la señalética en carreteras. De todos modos, volviendo a lo de la crisis, el diseño se adapta bien a ella: con pocos medios puedes crear piezas maravillosas. Pero, cuidado: por este mismo motivo es fácil generar ruido.

-¿El diseñador es un artista?

-El Premio Nacional de Diseño lo otorga el Ministerio de Economía. Antes lo daba Industria. Algunos creen que debería darlo Cultura. En general, se nos percibe como individuos expresivos y artísticos. Yo creo que yo no me expreso. Mi intención es no estar. Lo que pasa es que eso es imposible. Igual que yo reconozco los retoques y gestos de alguien en un trabajo, se me deben reconocer a mí los míos. Y es lógico, porque en este trabajo interpretamos un problema visual y le damos forma. Yo intento no tener estilo, pero sí hay una impronta que no puedes evitar.

-Sin embargo, hay diseñadores con un estilo muy marcado. ¿Es una cuestión de ego?

-No es tanto un tema de ego como de proceso. Hay clientes que van a determinados estudios con mucha personalidad porque buscan que sea así. En realidad, hay escuelas diferentes. Mi profesor Mario Eskenazi defiende la manera de pensar el diseño como un proceso. Es decir: resuelves un problema de comunicación y tratas de quedarte invisible. Yo trabajé con él durante más de cinco años en Barcelona, y eso me marcó. Digamos que ésta es la corriente inglesa, la del concepto en el diseño, buscar un idea para ese problema, expresarla y ser invisible. Luego me fui a Nueva York. Conseguí una beca para ir a trabajar al estudio Vignelli Associates, uno de los últimos maestros vivos del siglo XX. Él sí tiene un estilo marcado y una manera de trabajar totalmente diferente.Y también me influyó mucho. Por eso, yo soy un mix entre esas dos concepciones que defendieron mis dos maestros.

-¿No hemos perdido un poco de personalidad en las ciudades en nombre del diseño?

-Sí. En los ochenta, España era un país con ganas de limpiar su cara y por eso todo se transformó tan deprisa. Creían que los bares eran rancios y se les quiso dar un aspecto nuevo. Llegaron los bares de diseño y los taburetes incómodos. Pero eso ya pasó. Lo curioso es que ahora se quiere volver a lo viejo desde lo nuevo, es lo que venimos a llamar vintage. Está claro que se destrozó mucho. Creo que en España tal vez construimos el diseño gráfico sin unos cimientos sólidos, pero ya hemos empezado a construir una profesión. Hay una generación nueva que es más consciente de lo internacional y que ve su profesión como algo más global. Yo creo que hay más conciencia del oficio y que éste es de calidad en España. Hay un nivel alto. Sí me gustaría que aquí se trabajara más el concepto y la idea, y menos las formas. Para mí es algo que falla un poco en España. Pero eso ha venido con la sociedad. Si la sociedad lo ha pedido, en realidad no pasa nada. Estamos muy bien. Nunca ha habido tan buen diseño como ahora en España.