Era en Formentor, verano de 2011, donde Carlos Fuentes se lamentaba de que "Gabo no está, simplemente no está". Aludía a que el gran recolector de memorias había perdido la suya, y vagaba por el mundo a la espera del reencuentro con el olvido definitivo. A la postre, Fuentes se anticipa en la muerte a su amigo y coetáneo. Con una particularidad decisiva en estos dos amantes de Mallorca. Ninguno de ellos supo del fallecimiento del otro, la única condición de inmortalidad.

Fuentes, Cortázar, García Márquez y Vargas Llosa conjugan la estrecha relación de Mallorca con los autores del boom. Solo los dos últimos recibieron la recompensa del Nobel, que para el colombiano era el castigo definitivo que le impediría volver a escribir una novela apreciable, aunque luego llegaría El amor en los tiempos del cólera. Y solo los dos últimos remataron en Mallorca una obra capital de su bibliografía.

Vargas Llosa concluyó, también en Formentor, Pantaleón y las visitadoras. El propio autor descubrió la placa que conmemora esa gesta literaria, el verano previo a recibir el Nobel. En cuanto a García Márquez, de Mallorca surge su bravía El otoño del patriarca.

La gran masa de lectores se decanta por Cien años de soledad, pero los más esquivos preferimos El otoño del patriarca. García Márquez tenía a Mallorca a un salto de la Barcelona donde residía. Su novela con dictador latinoamericano contaba ya con una redacción completa, que había dejado insatisfecho al exigente escritor. Influido por su compatriota Plinio Apuleyo Mendoza, se recluyó en la isla. Aquí reescribió el libro por completo y lo convirtió en una cima del género de los gallinazos y los déspotas que violan a sus súbditas sin bajarse los pantalones.

Y en este punto se produce una de esas piruetas que únicamente Mallorca puede aportar a la historia. El tirano en que se inspiró García Márquez era Marcos Pérez Jiménez, el general venezolano cuyo trasiego por el poder había contemplado en primera persona en Caracas. Pues bien, tras su derrocamiento, el expresidente veraneaba en el palmesano hotel Valparaíso. Desde la suite presidencial del establecimiento, hoy propiedad de los chinos para que todo cuadre, el tirano escanciaba su devoción por Bolívar, la consideración hacia Franco y su condición de mandatario, durante una década, de la Venezuela a la que no podía retornar. Apuntaba que "quizá fui un déspota esclarecido", mientras driblaba a la democracia con el eslogan "de nada sirven las libertades dentro de la miseria". Es decir, Mallorca reúne al autor y al protagonista de un libro sobre el poder ilimitado.

Plinio Apuleyo Mendoza, el Gabo de los pobres, ha cuajado su agridulce recorrido por Gabo, cartas y recuerdos de referencias a los vínculos mallorquines del novelista ahora fallecido. No solo frecuentaba la isla, presumía de conocer las Balears al dedillo. Hasta 1987 no desembarcó en Menorca, atendiendo a una invitación del veraneante Juan Luis Cebrián. Una vez allí, el descubridor colombiano recordó que era la única pieza que le quedaba por recorrer. A continuación, salía a navegar en la lancha Camila.

La magia de Deià sella el anclaje definitivo de los gigantes latinoamericanos con Mallorca. Vargas Llosa quiso retirarse en la villa montañosa, donde habitó Aurora Bernárdez, viuda de Cortázar. La polarizadora de la constelación era Claribel Alegría, pero Mendoza tiraba de su compatriota desde una isla donde "algunas tardes, cuando caía el sol sobre el mar, soplaba un viento frío y la carretera, siempre solitaria, se llenaba de brumas violetas, yo experimentaba la necesidad de sentir los latidos del mundo. Entonces, entrando en una cabina de teléfonos que había en la calle, llamaba a Gabo, que estaba en Barcelona, a solo veinte minutos de avión. ´Vente este viernes´, decía".

García Márquez se curaba en Mallorca del estrépito de la fama. A cambio, se sentía obligado a justificar una inactividad que sobrellevaba como una culpa lacerante. No es de extrañar que fuera desde Balears donde manifestara que "el que les habla no es García Márquez, es su otro yo. García Márquez está muy ocupado escribiendo libros, presidiendo la fundación internacional del nuevo cine latinoamericano, haciendo un montón de cosas. No tiene tiempo para pasar cuatro días sin hacer nada".

Volvamos a Formentor, como casi siempre. Silvia Lemus es la esposa de Fuentes. Al declinar el verano, muestra sus habilidades como fotógrafa, puestas de manifiesto poco tiempo atrás en París. Las imágenes en blanco y negro muestran a tres mitos. Además del escritor mexicano, García Márquez y Milan Kundera. El checofrancés es el último en tenerse en pie, y con una novela recién estrenada que sería el rasgo que más le envidiarían sus amigos de la otra orilla del Atlántico y de la Estigia.

En fin, si desea saber por qué García Márquez fue Nobel, así como Pablo Neruda y Vicente Aleixandre, pregúntese por la estancia en la Mallorca de 1936 de Artur Lundkvist, un poeta sueco que en la isla aprendió a ejercitarse como traductor del castellano al sueco, al mismo tiempo que sucumbía al magnetismo de Alberti o García Lorca. Después sería el mayor árbitro de la Academia de Estocolmo durante el siglo XX. El resto es historia, igual que su veto a otro mallorquín de adopción, un tal Borges.