­Arrojar luz sobre los puntos oscuros de la historia, dar voz a los desamparados tras un conflicto y rescatar del olvido a los anónimos silenciados después de correr tupidos velos. Tres objetivos que ya abordaron tangencialmente -o no tanto-, con férrea voluntad de estilo y bagaje, el dibujante mallorquín Bartomeu Seguí y el guionista Felipe Hernández Cava en los estupendos y alabados álbumes Las serpientes ciegas o Hágase el caos I y II. Tándem de Premio Nacional que repite fórmula (trama noire con trasfondo histórico) y se supera en forma y fondo en su última entrega: Las oscuras manos del olvido, donde se adentran con profundidad y atrevimiento, sin abanderar posturas, en el imaginario terrorista de ETA.

En efecto, el nuevo álbum -ya a la venta en Francia y en las librerías españolas el próximo día 11- utiliza como viene siendo habitual en sus historias un armazón de suspense para mostrar, por una parte, la realidad de las víctimas del terrorismo, y dejar patente, por otra, cómo una sociedad entera alimentó indirectamente -mirando hacia otro lado y desentendiéndose de lo que sucedía- una concepción sentimental de la patria bien fuera por comodidad o por miedo. Los mecanismos del poder político en la gestión del conflicto no son ajenos en este volumen, que huye del maniqueísmo, de las tesis: el lector se encontrará desde personajes ligados a los GAL hasta menciones a los acuerdos en la sombra para lograr una convivencia temporal en paz, "aunque la libertad haya de ser sacrificada", comentan los artífices de estas Oscuras manos del olvido, título sugestivo brindado por unos versos de Quevedo.

A los autores les preocupa la recepción de esta obra que se espera con gran expectación, máxime cuando ellos mismos se confiesan conscientes de haberse metido en "territorio minado", por primera vez abordado en profundidad desde la historieta. El hecho de no abanderar ninguna causa, si acaso la de los más débiles, en este caso las víctimas, "podría dar lugar a que gente con una visión sectaria nos coloque etiquetas tanto de un signo como de otro", comenta Hernández Cava. "Éste es un álbum que no es complaciente con nadie: no lo es con ETA ni con el proceder del PSOE y del PP. De todos los implicados en el conflicto, me conformaría con que las víctimas se vieran identificadas", detalla. Por eso, este cómic es una suerte de homenaje a esos convidados de piedra en un conflicto que les ha condicionado y dificultado la vida. Y que, según Hernández Cava, caerán en el olvido. "Su amparo por parte de las instituciones ha empezado a desmantelarse", denuncia. "Sobre todo en lo que se refiere a la justicia que ellos esperaban; basta ver, por ejemplo, la doctrina Parot", añade.

Las diversas caras del poliédrico problema vasco las abordan e investigan Cava y Seguí a partir de los movimientos del protagonista, un mafioso marsellés recién salido de la cárcel que ha de cumplir un encargo pendiente: el que le hizo un empresario vasco, sometido a extorsión por la banda terrorista, en el caso de que él o su familia fallecieran en un atentado, cosa que sucede mientras el personaje principal permanecía entre rejas.

Amén de ser cerebro asiduo de archivos y bibliotecas y ávido lector de Historia (recomienda Tiempo de canallas, de Eduardo Teo Uriarte), Hernández Cava lleva décadas trabajando codo con codo con víctimas de ETA. "Colaboré con el colectivo ¡Basta ya! y he escrito los guiones de varios documentales que se han realizado sobre las víctimas, entre ellos Corazones de hielo o No he de callar", recuerda. De su conocimiento personal y amistad con algunas víctimas, entre ellas Cristina Cuesta -a quien le dedica Las oscuras manos del olvido y "cuyo padre fue asesinado únicamente por ser el delegado de Telefónica en el País Vasco", refiere-, ha extraído material con que elaborar esta historia en la que también se deslizan las víctimas de otros conflictos, en concreto las de la Guerra de Argelia y el genocidio armenio. "Siempre sucede igual, la historia es así: al poder siempre le resultan incómodas las víctimas para poder cerrar cualquier clase de conflicto", reflexiona. Ante la publicación del volumen (editado en Francia por Dargaud y en España por Norma), las primeras reacciones de los olvidados en el conflicto vasco no se han hecho esperar. "Algunos ya lo han leído y me han dado las gracias, se ven reflejados, dicen que lo que contamos es así, pero que el mensaje es demoledor, desesperanzador", manifiesta el guionista, que ha desplegado en estas potentes y literarias páginas alusiones y una iconografía antigua que simboliza a la peste (la portada es un ejemplo) con una doble intención: por una parte, alertar sobre cómo las manipulaciones históricas, la ambición humana o la xenofobia se extienden como una epidemia, y por otra, para ensalzar a Camus, "quien siempre defendió, respecto a la Guerra Mundial y el problema de Argelia, que había que mirar hacia las verdaderas víctimas y ponerse de su lado para no perder el norte", apunta Cava. De paso, el autor ajusta cuentas con algunos intelectuales que llegaron a justificar lo injustificable, como Sartre, "que acabó aceptando el terrorismo en aras de combatir el colonialismo".

Guiños al cine

Por su parte, el trabajo del mallorquín es extraordinario. Como en otras historietas, le hace un guiño al cine. La atmósfera, la textura y el color del cómic -con la oscuridad justa- están inspirados en la película El samurái de Jean-Pierre Melville. El protagonista tiene rasgos del actor Lino Ventura y su enamorada Isabelle recuerda tanto a Fanny Ardant. Sin ser exhaustivo o detallista -Seguí es un maestro dibujando ambientes de atmósfera verosímil que evocan la realidad- entrega un personaje con los rasgos faciales de la candidata de Bildu, Laura Mintegi, que en concreto le sirvieron de base para dibujar a la viuda del empresario extorsionado por la banda. El trazo de ciudades -entre ellas Palma- y decorados es acertado y creíble. "Le debo mucho a Google Street View", confiesa el isleño.