Paco de Lucía ha fallecido sin llegar a ver publicado su último disco, Canción andaluza, un álbum de copla grabado en su estudio de Mallorca que "ya estaba terminado", detalla el asesor técnico y amigo del genio algecireño Antoni Noguera. El álbum, precisaba ayer la agencia Efe, debía lanzarse a finales de abril. Aún no se conocen los detalles completos sobre la obra póstuma del maestro, pero se sabía que el trabajo contaba con Javier Limón en la retaguardia y con colaboraciones de grandes artistas, entre ellos Óscar D´León, quien estuvo grabando en el estudio palmesano de De Lucía antes del concierto que ofreció en Ciutat en julio de 2009.

La relación del guitarrista con Mallorca comenzó en los años setenta, cuando venía de vacaciones a visitar a los amigos que tenía en la isla. Por entonces, reconocía el instrumentista a este diario, todavía prefería Eivissa a la mayor de las Baleares. Sin embargo, el vínculo de por vida con Mallorca estaba por llegar. En 2002, su amigo Bernat Amengual le invitó a pasar una temporada en una vivienda en s´Horta. La estancia -lejos de los flashes y alejada del mundanal ruido- le animó a adquirir, años más tarde, en concreto hacia 2005, una casa en Campos, donde se instaló con su segunda mujer, Gabriela Canseco (la primera fue Casilda Varela), y su hija Antonia. El nacimiento del segundo hijo de su segundo matrimonio -Diego- ya se produjo en la isla. "El bautizo lo celebramos en Binicomprat", recuerda su amigo y guitarrista Antonio Carrillo, dueño del Merendero La Guitarra, en la calle Joan Miró. "Contratamos a unos mexicanos para que cantaran, y él se puso a tocar con ellos, bebimos tequila, fue muy divertido", evoca el también guitarrista jienense. Después de pasar cuatro años en Campos, "donde tenía olivos y prensó su propio aceite", comenta Carrillo, se mudó a Palma en 2009, a una amplia y aislada finca de Establiments, donde ordenó construir un estudio de grabación, del que se encargó Noguera, el asesor técnico del genio en la isla. Un estudio casero donde ha grabado las últimas colaboraciones que ha realizado para amigos y otros artistas flamencos de primer nivel.

Alejado de los focos y de la vida social mallorquina, el artista frecuentaba los toros -se le pudo ver en 2009 en una corrida de Finito de Córdoba y El Cordobés en Muro-, gustaba de caminar, de practicar la pesca submarina y de frecuentar a sus amistades, con las que salía a comer pescado a menudo. En 2007, durante el Govern de Antich, fue el abanderado de la promoción turística de las islas estrenándose en la World Travel Market. El artista reivindicó unas islas "para soñar". En este sentido, dejó entrever su faceta comprometida con el paisaje mallorquín. "La construcción masificada me parece una barbaridad", declaró el guitarrista en una entrevista con este periódico, al que confesó: "En Mallorca he encontrado la felicidad".

A su compromiso con la naturaleza -él mismo cultivaba la tierra, cuidaba las flores de su jardín y se mostraba preocupado por los ataques del picudo rojo a sus palmeras, explica Noguera-, hay que sumarle el apoyo que mostró al Liceo Francés hace justo un año ante su inminente cierre. De Lucía escribió una carta en la que solicitaba la continuidad del centro. La clausura del colegio, confesaba el maestro, le afectaba directamente habida cuenta de que sus hijos Antonia y Diego habían estudiado siempre en el centro galo ubicado en el barrio de Son Armadans. "Desde que llegamos a Mallorca, el pequeño rincón del Liceo ha sido un lugar lleno de magia para mis hijos, porque allí han aprendido a leer, a escribir, a pensar en diferentes lenguas, a relacionarse con diferentes culturas, religiones y razas, a rasguear por primera vez las cuerdas de una guitarra tras las clases...", relataba De Lucía en la misiva. Cuando el genio iba a buscar a sus hijos al colegio (uno de los motivos por los que terminó mudándose a Ciutat), se paraba en muchas ocasiones en el Merendero La Guitarra, propiedad de su amigo Carrillo, quien ayudó a buscarle casa en Palma, en concreto en Establiments, donde se mudó a vivir en 2009. "La última vez que le vi fue hace cuatro meses, antes de que se marchara a Cuba, donde iba a pasar una temporada, también para encontrarse con músicos de allí. Recuerdo que le regañé por lo bien que le vi", comenta.

Uno de sus mejores amigos en la isla era Tomeu Penya. Siempre que podían comían juntos en el restaurante S´estanc Vell de Vilafranca. "Nos juntábamos una docena de personas: su mujer Gabriela, sus dos hijos, un músico de Géminis... Paco siempre pedía arròs brut, frit de matances y vino mallorquín. En la isla se sentía como en casa. Algunas veces nos sentábamos al mediodía y no nos levantábamos hasta pasadas las ocho de la tarde, hablando, bebiendo y de cachondeo. Él era del Real Madrid y yo del Barça, así que las puyas eran frecuentes. Era muy chistoso", señala el cantautor.

Tomeu descubrió a De Lucía hace 40 años en Copenhague. "Le vi en un concierto con Larry Coryell y Al Di Meola y quedé entusiasmado. Quién me iba a decir que un día le conocería", confiesa. Ese día llegó, en Felanitx, y la amistad fructificó en la colaboración de la leyenda en uno de los discos de Penya, Paraules que s´endú es vent, en el tema homónimo. "¿Con quién tengo que hablar para que colabores en mi cedé?", le preguntó Tomeu. "No tienes que hablar con nadie, solo conmigo", le contestó De Lucía. "¿Costará mucho dinero?", insistió el de Vilafranca, quien obtuvo por respuesta: "Media docena de melones". "Si es por melones no habrá problemas", zanjó Tomeu.

"Era muy humilde y muy buena persona y un tío muy cachondo", subraya Joan Bibiloni, a quien De Lucía llamaba cariñosamente el ´Niño´. El guitarrista de Manacor, al que le hubiera gustado verle en uno de sus conciertos Palabra de guitarra, asegura que "no había guitarrista que tuviera su dicción musical y ese rollo expresivo".