Cualquier estudiante familiarizado con la paleoantropología sabe que los humanos modernos aparecieron en África, ocuparon en el Pleistoceno Superior Europa y Asia, y no colonizaron el continente americano hasta mucho más tarde. Podría decirse, pues, que a los efectos de la evolución de nuestra especie lo que pueda decirnos el Nuevo Continente es de poca importancia. Pero el mundo actual está en manos americanas „de momento, al menos„ así que no cabe sorprenderse de que el interés científico por los primeros pobladores de ese continente vaya más allá de lo que suponen sus registros cronológicos.

En términos culturales, la tradición Clovis es la primera que se encuentra extendida por Norteamérica. Se considera de forma generalizada que la llevaron allí los colonizadores procedentes de Asia pero una parte de los arqueólogos sostiene que su semejanza con los útiles solutrenses hace pensar que la cultura Clovis procede de Europa. Una vez más, ha sido la genética la que ha logrado aportar los indicios más fiables acerca de cuál es el origen de esos pobladores antiguos de América del Norte.

Morten Rasmussen, del Centre for GeoGenetics de la universidad de Copenhague (Dinamarca), como primer firmante de un equipo muy numeroso de investigadores, ha publicado en la revista Nature el genoma de un niño pequeño „entre uno y dos años„ enterrado en el yacimiento de Anzick, Montana (Estados Unidos), de donde proceden numerosos útiles clovienses. Bien curioso resulta que la segunda firmante de ese artículo sea Sarah Anzick, cuyo apellido no coindice de manera casual con el nombre del yacimiento. La genetista Anzick es miembro de la familia que bautizó la localidad; por mucho que se trate de una anécdota, la búsqueda de los ancestros no puede ser más textual en este caso.

El genoma de Anzick-1 „el niño enterrado„ ha puesto de manifiesto una paradoja. Comparado con 143 poblaciones „de todo el mundo salvo las sub-saharianas, que difícilmente podrían haber contribuido a la primera ocupación de América„, el genoma de Anzick-1 resulta más cercano a los nativos de Sudamérica que a cualquier otro grupo (véase la ilustración, en la que el color rojo indica la mayor proximidad genética y el negro la más lejana). Ese hecho indica que los pobladores norteamericanos de la época Clovis pertenecían al mismo grupo original que ocupó también el subcontinente sudamericano.

Los nativos actuales de América del Norte difieren algo más de Anzick-1 porque son con toda probabilidad el resultado de una mezcla con nuevas oleadas de inmigrantes que llegaron desde Asia más tarde. Por otra parte, lo lejano que queda el genoma del niño de Anzick de los nativos europeos deja en mal lugar la hipótesis de que la cultura Clovis procede del sudoeste de Europa. La idea más extendida, la del origen asiático, se apuntala de nuevo como la más probable.