Concert de Nadal

Auditòrium de Palma

Orquestra Simfònica

Coral UIB i filiales

Fecha: 19 de diciembre

Así fue, con una segunda parte más que correcta, la Orquestra Simfònica quiso celebrar la Navidad con su público, esta vez más numeroso, si cabe, que en otras ocasiones. Los temas navideños tradicionales, versionados para orquesta y coro sirvieron de brindis musical para que el director formulara sus deseos de paz. Orquesta y coro interpretaron muy bien esas obras que todos conocemos y que algunos pudieron incluso cantar desde el asiento: Alel·luia, Joia en el món, Adeste fideles.

Pero esta segunda parte había empezado con una obra impresionista, La Valse de Ravel. Música intemporal, no especialmente navideña, en la que la orquesta, sola, brilló a muy alto nivel. Bien entendidos los tempi y sobretodo los clímax. Ravel sonó bien, junto con Serenity, esa obra sumamente espiritual para coro y violoncello de Ola Gjeilo, fue lo mejor de la velada, sin duda. Joan Company nos ha dado a conocer al compositor noruego. Debemos agradecérselo. Esa pieza de riqueza casi mística, permitió a la coral demostrar una vez más su nivel.

¿Y la primera parte? En efecto, hubo una primera parte, pero (si descontamos la composición del noruego) no precisamente para el recuerdo. Con tres obras de Bach, pero sin él. Bach no estuvo ni se le esperaba. Su música es otra cosa. La orquesta se escuchó desajustada, sin matices. Ya no se trata de que sonara barroca o no; puede hacerse una lectura romántica del genio alemán de forma digna. No, a la versión de esa Fantasía y fuga (adaptada por Elgar) y de esas dos cantatas para coro y orquesta les faltó magia y les sobró sonido. Bach es esencialmente pureza, sonido claro, enlaces, ir y venir como un torrente que fluye (Bach es torrente en alemán).

El coro, la coral Universitat, no brilló lo que sus voces pueden y deben, metidos en un embrollo orquestal se intuía su saber hacer, pero solamente se intuía. La dirección errática les llevó por caminos sin salida. Una lástima.