Es impetuoso, enjundioso y decidido en las respuestas, pese a ser la hora de comer y haber aterrizado hace escasas horas. Zubin Mehta tiene prisa. "Tengo hambre", espolea para que la entrevista sea rápida. Está habituado a llevar la batuta. Y parece que en todas las circunstancias.

El director indio condujo anoche a la Orquesta Maggio Fiorentino de Florencia en el Hotel Formentor, un concierto mucho más tranquilo que el que dirigió la semana pasada en la disputada Cachemira, pero en el que consiguió sentar juntos a hindúes y musulmanes, "aunque no sé si luego se dieron la mano". A pesar de conseguir minutos de paz y de concordia con la música en lugares de conflicto -su trayectoria está marcada por varios conciertos de esas características-, Mehta considera que no es "un activista social, sino músico". Una profesión nada baladí cuando se habla de temas humanos: "No se debe menospreciar el poder de la música para unir a la gente", sostiene. "Espero que empiece un proceso de curación entre ambos pueblos", señala. Pese a ello, evoca que fue un concierto muy difícil de organizar. "De los 20 músicos cachemires que estaba previsto que actuaran, tres de ellos fueron amenazados de muerte, y pese a ello tocaron sus instrumentos", narra.

Si la música puede empezar a curar, la desaparición de una orquesta es para el prestigioso Zubin Mehta "un gran pecado", una situación que sobrevuela el conjunto sinfónico de Balears y de cuya viabilidad dudan los políticos. Puesto en antecedentes sobre la formación de música culta del archipiélago, el director no duda en solidarizarse con sus profesionales: "Toda mi simpatía para los músicos de Mallorca en caso de que desaparezca su orquesta", exclamó.

Los recortes es otro de los aspectos que ayer enervaron al músico indio, que comparó la situación que actualmente vive España con la italiana, caso que conoce por dirigir habitualmente la orquesta del Fiorentino. "Estos dos países tienen una gran cultura, un gran pasado, pero ambos están en una situación terrible", lamentó. "Ambos gobiernos no consideran importante la herencia cultural que se ha mantenido durante 500 años", razonó. "Los presupuestos culturales son una fracción mínima, y aun así los recortan", denuncia.

No es la primera vez que Mehta visita la isla, el problema es que no recuerda cuándo fue. "Sé que vinimos en barco, iba con la orquesta de Israel, y estuvimos en Palma. Pero de eso hace muchos años", rememoró.

Acostumbrado a grandes auditorios, agradece coger la batuta en otros escenarios. Anoche lo hizo muy cerca del mar, una experiencia que no es nueva para él: "En Río de Janeiro tocamos en la playa de Copacabana. Muchos de los asistentes se bañaban en el agua, y nos costó concentrarnos porque había muchos bikinis y los mirábamos", bromeó. "El Papa también estuvo hace no mucho allí mismo, en Copacabana, pero no sé qué estuvo mirando él. En fin, el Pontífice reunió a tres millones de personas; nosotros, sólo 200.000", comentó.

En cuanto a si prefiere interpretar compositores clásicos o contemporáneos, Mehta no se queda con ningún repertorio o época fijos. Sin embargo, asegura que es importante interpretar partituras de músicos contemporáneos, "es nuestra obligación", dijo, "si no lo hacemos, no sabemos qué quedará de ellos en la próxima generación", sostuvo.

Si hay algún país en el que el director no se pondría nunca al frente de una orquesta, es en los estados árabes. "Actué en Omán en 1987, desde entonces nada", reconoce. "Me gustaría volver a hacerlo en la misma Omán y en El Cairo con la Filarmónica de Israel, dos países con los que teóricamente los israelíes están en paz pero no es así", expresó.

Por último, Mehta destacó la importancia de que la música clásica alcance a las audiencias más jóvenes "Hay que programar repertorios adaptados a sus gustos", recomendó. "Les suele gustar la música barroca, Mahler, pero no Brahms, y no sé muy bien por qué", señaló. El director indio explicó que en Israel se llevan a cabo iniciativas para atraer a los oídos más tiernos. "Por ejemplo, están los conocidos como conciertos en vaqueros. La gente acude vestida como quiere a ellos. Imagínense cómo son en Israel, el país donde peor se viste del mundo", consideró. Incluso después de un concierto de clásica, "es posible disfrutar de un cambio de ambiente y disfrutar en el mismo auditorio de una discoteca", refirió.

Mehta, que ayer dirigió las sinfonías 6 y 3 de Beethoven en el Formentor Sunset Classics impulsado por Barceló y apoyado por La Caixa, es afortunado. A lo largo de su carrera, no ha tenido que enfrentarse a las habituales politizaciones de las orquestas o instituciones culturales. "En Valencia, el caso que mejor conozco, nunca ha sido así. No he padecido nunca injerencias artísticas", confesó. "Nunca ningún ministro me ha pedido que enchufara a su sobrina pianista", concluyó. Extremo que la batuta de la Filarmónica de Israel no hubiera admitido. Recuerden: Mehta es claro, decisivo, impetuoso. En la música, dirige él. Por algo es grande.