Se sucedieron en el escenario de Porreres dos horas de tensión, de sobrecarga de fuerza y una larga canción, pues apenas hubo parón entre tema y tema, además de la cuestión estilística que atiene a toda la música de Manu Chao: ese característico mestizaje de ska, punk, rock, pop, reggae y sones latinos que funciona como telón de fondo (a veces más rápido, otras más lento y con menor intensidad) para todos sus temas.

Comenzaron con la potencia sonora, preparando este telón de fondo del que hablábamos, ese humus musical chaoísta -si se me permite el adjetivo-, los miembros de La Ventura, banda con la que el cantante franco-español ha vuelto a Mallorca-la última vez estuvo hace dos años en Inca-. Primero, irrumpe sobre las tablas Gambeat, al bajo, junto con el batería Philippe Teboul, para a renglón seguido entrar fuerte el guitarrista Madjid Fahem. La estrella refulge después, micro en mano, y saludando: "¿Qué pasa por la calle?" Destapa el concierto con Mr. Bobby, pidiendo a los casi cuatro mil parroquianos su participación: "Canta Mallorca", una solicitud que se fue repitiendo como un estribillo a lo largo de la noche del sábado, templada en el Parc de n´Hereveta (por cierto, muy buena la organización de Fonart).

Pronto comienzan los botes y ese gesto tan característico de Manu, los puños casi en alto, con los bíceps en tensión, transmitiendo fuerza, una fuerza que en su caso parece inagotable. Y es el momento de dedicar canciones, de que el cantante introduzca su discurso social, jaleado por el público en todo momento. "Para todos aquellos que algún día perdieron la esperanza. Próxima estación: la esperanza", voceó con ánimo guerrero. Y da pasó a Se fuerza la máquina, para pasar luego a Por el suelo. Debido a la puntualidad con la que arrancó el concierto, los asistentes no dejaron de tener la sensación de que la pista se iba a abarrotando cada vez más y más, en una jarana divertida conducida por el maestro Chao, que pidió un "Brasil libre", en relación a las protestas que han tenido lugar en las últimas semanas.

La explosión llega con Clandestino, dedicada a los saharauis y a su lucha, para continuar con La vida tómbola. El repaso sin aliento desemboca, por supuesto, en algunos temazos de Mano negra: qué a gusto sonó Qué horas son mi corazón. O Me gustas tú. Algunas de estas canciones actualizadas de maneras distintas, pues Chao es un excelente versionador de su propio repertorio, una manera de proceder que luego otros músicos han adoptado.

La primera hora de concierto quedó marcada por una bajada en la intensidad de la luz, una pauta brevísima en la que se pudo escuchar el latido del cantante: sus golpes de micro con el pecho musculado. Un gesto guerrero que azuzó el alma y esencia de la fiesta, bien engrasada por el efectismo y exuberancia de Chao.

La noche la fue pautando una especie de himno que el cantautor fue trazando e interpretando intermitentemente a lo largo de toda la actuación. Creando una suerte de comunión con el público, que en el momento del primer bis demandó con fuerza la salida de nuevo al escenario de Chao entonando dicha cantinela festiva. Y el músico respondió. De fondo, vuvuzelas y el sonido de una radio (parece un disco de Mano Negra), sobre el que empieza a sonar Desaparecido y luego Mala vida. Hace rato que el músico ha empezado a despedirse, pero como prometió al principio del concierto, lo hace con esperanza, la de que retornará a Mallorca, a quien por último le cantó Volver, volver.