Kim (Barcelona, 1942) es de una tranquilidad envidiable. Carácter de vieja escuela. Con la tensión justa y el ego a raya. "No es para tanto lo que decís de mí cuando en Mallorca tenéis a los mejores dibujantes", espeta a Joan Miquel Morey y Rafel Vaquer tras una presentación sobre su persona no exenta de encomios y alabanzas. Es como si el catalán no se viera reflejado en esos elogios, o su humildad verdadera se lo impidiera. Esas cosas se notan.

Pronto, en la librería Norma Còmics (que ayer celebró su 18 cumpleaños), el dibujante catalán empezó a hablar sobre su trabajo: "No dibujo en digital, todo lo sigo haciendo en papel y luego escaneo las páginas. Los dibujantes más jóvenes de El Jueves recuerdo que se quedaron sorprendidos cuando les mostré una portada toda hecha a mano. A mí me gusta mucho hacerlo así, además luego tienes el original", relata el Premio Nacional de Cómic, galardón que obtuvo en 2009 por El arte de volar, novela gráfica que narra la vida del padre de Antonio Altarriba, guionista de la obra. Un encuentro en Vitoria y la necesidad de Altarriba de contar la historia de su progenitor, quien se acababa de suicidar con 90 años, propiciaron la gestación del libro, para el que Kim -quien firmará hoy a partir de las 13 horas en Norma de la calle Nuredduna- hizo varias probaturas con el dibujo. "Me sorprendió que me llamara Altarriba porque yo soy conocido por el humor, y me gustó que se acordara de las historias que había dibujado para El Víbora", explica. La dureza de la propia narración condujo a Kim a realizar un dibujo limpio, sin las habituales rayas que cargan el trazo y recuerdan a un estilo más underground. El dibujante visualizó la sinopsis que le había enviado Altarriba como una película neorrealista en blanco y negro. Cruda como la postguerra y el mundo rural de la España negra. Y poco a poco se puso a trabajar con el extenso guión literario - "odio las prisas"-, descubriendo día a día las historias, dibujando sin red y sin conocer lo que venía a continuación. Un modo de proceder que añadía frescura al conjunto.

Kim asegura que no hay nada de su propia biografía -a pesar de que su padre, un médico, fuera un represaliado del franquismo- en El arte de volar -que en parte es un ejercicio de memoria histórica-, pero sí mucha documentación -Google, entre otras fuentes, le ayudaron con los detalles y escenografías-. Sus propios recuerdos, "pues yo viví la postguerra y me acuerdo de la vestimenta y del aspecto de la gente", asegura, le sirvieron de fuente de inspiración.

Acerca de la idoneidad de la novela gráfica como vehículo para practicar la memoria histórica, el dibujante catalán explica que "el cómic está siendo una sorpresa para todo el mundo, porque se está vendiendo bien, gusta y funciona. Todos los dibujantes se están haciendo una novela gráfica sobre su vida", agrega. Sobre la cuestión histórica, afirma que, en efecto, está siendo así: "Los tebeos alcanzan un punto de realidad muy elevado". En este sentido, comenta que el también Premio Nacional Paco Roca está preparando un álbum sobre la liberación de París y la participación española. "Una historia bastante desconocida para la que Roca se está documentando muy bien", asegura.

En referencia a si él mismo está pensando en darle forma próximamente a alguna narración histórica, ya sea propia o de la colectividad, Kim titubea, parece que no lo tiene claro, pero sí es evidente que hay un capítulo de su vida que le ronda la cabeza. Se trataría de dar forma y dibujar el año que pasó en Alemania con 19 años. "Mis padres me dijeron que tenía que hacer algo con mi vida y así lo hice. Me marché. Era la época en que los españoles éramos emigrantes. Me fui a un albergue con cien españoles más. Algunos de ellos no sabían leer y yo les leía las cartas de sus familiares. Hay muchas historias detrás de cada una de aquellas personas", asegura. Kim tuvo suerte, porque el dueño del albergue alemán le prestó el sótano para que dibujara y creara. Y así lo hizo. A su vuelta a España y tras pintar cuadros de batallas navales se dio cuenta de que el mundillo del arte, de las galerías, no iba con él, y tras morir Franco y con el boom de las revistas un amigo le ofreció realizar una historieta de cómic para la revista musical Vibraciones. En esos primeros dibujos se rastrea la influencia de Robert Crumb. "Mi hermano me envió sus cómics desde EE UU; en esas páginas salía gente haciendo sexo y los policías con narices de cerdo. Y me dije, esto es lo que yo quiero hacer", confesó. De ahí, dio el salto a El Jueves, donde se convirtió en el padre de Martínez el Facha. El semanario, la casa de este dibujante catalán, ha ido ganando en atrevimiento con los años, a medida que la cantera de jóvenes iba legando a su redacción. "Nosotros le teníamos un respeto al Rey, quizá vertíamos las críticas de manera más velada, pero poco a poco ha ido entrando gente cañera, y me parece bien, porque hay que evolucionar", concluye. Y vuelve a su tranquilidad.