­-Una tragedia muy grave.

-Una tragedia a partir de un malentendido. Albert Camus la escribió a partir de un hecho real que ya aparece en El extranjero. A partir de esa noticia del periódico construye una tragedia clásica. Con todas las características. Y coloca en el texto todos los asuntos que trató en su literatura: la ausencia de Dios, el destino, la comunicación, el uso de la palabra precisa...

-Si Jan hubiera hablado...

-Jan es el hijo y el hermano. Se hace pasar por un huésped sin más. Y sucede lo que sucede. Si juegas a ser quien no eres al final pagas las consecuencias. No todo vale. Si él no hubiera jugado a ser quien no era... Camus lo que hace es trabajar por la aplicación ajustada de las palabras, del mensaje. Es decir, habla del destino. El malentendido es una sacudida de emociones tremenda.

-El malentendido la montaron sus padres en 1969.

-Imagínate lo que era estrenar a Camus o a Sartre en plena dictadura. Este montaje nuestro es un homenaje a mis padres, a Fernando Guillén y Gemma Cuervo, ya digo, pero también a los actores de la generación a la que pertenecen ellos, los que oxigenaron una escena anquilosada. He estado tres años trabajando para levantar este proyecto. Echó a andar finalmente cuando se lo enseñé a Ernesto Caballero, el director del Centro Dramático Nacional. Pensó en Eduardo Vasco como director de la función y yo estoy muy contenta de que esto haya sido así.

-¿Y el tiempo es capaz de revitalizar un texto como El malentendido?

-Yo creo que sí. Es un texto maravilloso, donde el poder lo ostenta la palabra. Parece como si se hubiera escrito ahora mismo. Cuando Albert Camus recogió el premio Nobel recordó la importancia de la palabra y de las consecuencias que trae consigo. La Europa de Camus, parece mentira, vuelve a ser esta Europa que vivimos ahora. Antes, en la época de Albert Camus, hubo una guerra y ahora tenemos otra que deja a la gente sin hogar. Los espectadores se identifican con lo que sucede en El malentendido.

-Ya han probado la tragedia en un teatro a la italiana.

-Sí, el otro día, en Santander. En la sala Valle-Inclán representamos con un escenario en cruz. Esta sala se adapta muy bien a cualquier tipo de escenario. No podemos pedir estas condiciones a los teatros por los que vamos a girar, así que sí, remontamos el espectáculo sobre un escenario, con el público delante de nosotros.

-Trabaja junto a un actor asturiano: Ernesto Arias.

-Es un actor como una iglesia. Es brutal, un compañero estupendo y un tipo genial.

-Acaba de empezar a trabajar en un nuevo programa de televisión.

-Se llama ¡Atención obras! Se trata de un informativo cultural que se emite los viernes en La 2. Lo grabamos los jueves y sale al día siguiente. Es una agenda sobre todo, sobre cualquier manifestación artística. Está muy bien. Es una producción propia, con los técnicos de TVE. Ya te digo, un programa muy potente.

-Su última película -Una pistola en cada mano- tenía que ser un filme muy masculino, pero han sido las actrices las que han dado la campanada.

-Eso es algo que tenemos que agradecer a Cesc Gay, el director, un tipo muy sutil, un genial guionista.

-Candela Peña fue la única en llevarse el Goya.

-Nos representó estupendamente. ¿Sabes? El otro día nos dieron el premio a la mejor interpretación en el Festival de Miami. A los once.

-La cosa está chunga: Alta Films cierra.

-Es una historia muy triste. ¡Menos mal que sale el sol! Todos se quieren marchar de España. El propio estado no ve necesaria la cultura que se hace en este país. ¡A ver cómo sacamos la cabeza! La cultura siempre estuvo para eso, para ayudar a conseguirlo, para dar un paso adelante. ¿Sólo importan los resultados económicos? Es muy triste.

-Y estando las cosas así, se mete a productora.

-Produce el Centro Dramático Nacional. Lo que hago yo es participar en ella. Quise meterme hasta el final, con todas las consecuencias. Está yendo muy bien y eso es genial. Hacer El malentendido no era para ganar dinero. Queríamos hacerla, ya te dije, para rendir tributo a aquellos que nos antecedieron. ¿Recuperamos lo invertido? Pues sería una maravillosa noticia; misión cumplida. Tuvimos lleno en Santander, en Avilés y me parece que en Sevilla pasa igual.