Según una antigua leyenda japonesa, un hombre mayor que vive en la luna sale de noche buscando personas destinadas a amarse, cuando las encuentra, las ata con hilo rojo que se puede estirar o contraer, pero nunca romper. De hilos rojos también va esta historia del artista Jaume Orejuela (Pollença, 1981) en el Espai Born del Casal Solleric; una propuesta multidisciplinar que acoge pintura, fotografía, instalación y vídeo en el que colabora Joan Valent, que también ayuda a trazar senderos musicales imaginarios.

La revolución digital supone una nueva percepción de la realidad. Me parece importante la tecnología aplicada a la producción artística, con ello no contaban hace un siglo. El espectador, es un gran consumidor de imágenes y toma un protagonismo especial, porque puede relacionar lo que ve con su entorno más próximo. Mucho antes de la aparición de los ordenadores, Roy Lichtenstein o Salvador Dalí fueron capaces de utilizar la técnica del pixelado, con métodos y principios ópticos basados en formas geométricas regulares.

Cada momento tiene sus constantes y coordenadas, esto es lo que hace que cada tiempo sea único y original. Pero llega un instante en que determinados instrumentos o la manera en la que tratamos la realidad de nuestro entorno, hace que aparezcan nuevos montajes, nuevas formas de emprender la vida.

La obra de Pae White, con su nube de 48 km. de hilos formando palabras, o las propuestas de Emily Barletta, cosiendo hilo rojo sobre papel, de ahí la importancia de los hilos y la costura en nuestra vida. Más cerca, la obra de Olímpia Velasco, fantasía onírica fruto de su Aracne inconsciente.

Sin desmerecer el trabajo de Jaume Orejuela, y con independencia de los distintos proyectos que ha realizado; este es un trabajo realmente atractivo, con buena construcción expositiva y documental, pero quizá alguien debería plantearse si no sería mejor variar el ritmo de exposiciones y elegir artistas con más trayectoria. Cada espacio juega su papel, o debería, y la premura no ayuda.