La revista Science ha prestado una particular atención a la historia evolutiva del linaje humano, el que forman nuestra especie y todos sus ancestros, directos o colaterales, que no lo son también de los chimpancés. Hace cuatro años dedicó nada menos que todo un número al completo, el del 2 de octubre de 2009, a la colección de huesos procedente de Etiopía que son clasificados como Ardipithecus ramidus. Esta semana es una sección entera la que reúne siete artículos sobre otro tipo de hominino, el Australopithecus sediba, sudafricano esta vez, al que la revista ya prestó gran atención en abril de 2010 -con dos artículos y un comentario- al aparecer los primeros fósiles de esa especie. Volvió a fijarse en ella en septiembre de 2011 -cuatro artículos y cuatro comentarios-, cuando nuevos fósiles permitieron precisar su edad y su tipo de locomoción.

Entre Ar. ramidus y A. sediba existen muchas diferencias, comenzando por los cerca de tres millones de años que los separan. También difieren sus pautas masticatorias y su aparato locomotor. Pero entre la cantidad ingente de fósiles de primates que existen, ningunos de ellos han merecido tanta atención. Lo que justifica el eco que levantan los ardipitecos y los australopitecos es que una y otra especie han sido consideradas por los especialistas como ancestros de Homo sapiens, como remotos parientes directos de nosotros mismos. No sin discusión.

El debate interminable acerca de la manera como tuvo lugar la evolución humana, tedioso donde los haya en ocasiones, ha dado como consecuencia afortunada unos estudios pormenorizados sobre la anatomía y las funciones atribuibles a los homininos fósiles como los de Science. Pero si las dudas acerca de la condición bípeda -que es lo mismo que decir la humanidad- de Ar. ramidus se disiparon cuando la revista publicó el muy completo análisis de 2009, los trabajos que se añaden ahora respecto de A. sediba no parecen alcanzar el mismo consenso. El problema consiste en que el esquema más aceptado de la evolución humana sitúa en África del este los principales acontecimientos filogenéticos, como el de la aparición de los primeros Homo a partir de los australopitecos etíopes, que a su vez procederían de los ardipitecos. A. sediba contradice, si es un ancestro directo de Homo, esa idea. El descubridor de A. sediba, Lee Berger, sostiene en la última colección de artículos de Science que ese australopiteco intrigante sería un buen ejemplo de evolución en mosaico, con rasgos primitivos que se conservan y otros derivados aparecidos como novedad. Una condición que convierte en aún más difícil el decidir si podemos considerarlo un antepasado directo o no. De plantearse que fue en Sudáfrica donde se produjo el tránsito a los primeros ejemplares del género Homo nos encontraremos con que son más los problemas que aparecen que los que quedan resueltos.