-Para que se haga cargo del tipo de entrevista: "¿Preferiría retratar a Bárcenas o a Urdangarin?"

-Dios mío, a ninguno de los dos pero, si me obligan a elegir, casi a Bárcenas.

-Ni Franco consiguió que se hiciera usted francés del todo.

-Nadie lo habría conseguido. La lejanía produce un españolismo feroz.

-¿Es usted el padre artístico de la transición española a la democracia?

-No, porque regresé a París en cuanto recuperé mi pasaporte. Al perderme la transición, afortunadamente también me perdí la movida.

-¿Se autorretrata para recordar que fue otro?

-Me autorretrato para saber algo más de mí, sin conseguirlo. Es un género complicado, guiado por el deseo de avanzar en la conquista del lenguaje pictórico.

-Sus retratados están muy solos.

-Es cierto, están aislados y es raro que se vean arropados. Sin embargo, me fascinan los mellizos y los clones.

-¿Todos tenemos un ´alter ego´?

-Sí, me gusta jugar a "quién se parece éste", en los semáforos o frente al televisor. Incluso recorto de los periódicos a personas que pensaba que se parecían a mí.

-¿Y a quién se parece usted?

-Me avergüenza decirlo, pero a un amigo con alzheimer le enseñaron una foto mía y dijo que "éste no es Eduardo Arroyo, es Robert de Niro".

-¿´El artista y la modelo´ es así?

-No he visto la película, pero los antiguos pintaban para tener modelos en sus talleres. Nunca se conformaban con pintarlas, pretendían comerse a la modelo en un acto de canibalismo. Hoy ya no se practica mucho.

-Me ha sorprendido su amabilidad.

-Ja, ja ja, es muy curioso. Como dicen en francés, Je gagne à être connu. Antes de conocerme, existe la imagen de que soy antipático y bronco. Me veo gritando al teléfono y pienso que llamarán al Samur, porque me como el auricular, pero sólo en contadas ocasiones.

-Tal vez su fama se deba a sus artículos virulentos.

-Ocurre que soy un enorme boxeador a la contra, y estoy perfectamente preparado para responder. Úrculo sostiene que tengo espíritu militar. Y de capataz, añado yo. Una amiga insiste en que nadie se debe acercar demasiado a mí, porque quemo.

-¿Volvería hoy a blasfemar contra Miró?

-No he blasfemado, he estado en completo desacuerdo con Miró en mil asuntos. Respeto al formidable pintor del principio, que se va perdiendo porque no ha sabido defenderse de la vanidad exterior.

-Sin embargo, su cartelismo recuerda el ´Aidez l´Espagne´ de Miró durante la Guerra Civil.

-Es curioso que lo mencione, porque es uno de los grandes carteles de la historia. Lo he comprado dos veces y lo he perdido otras tantas, se ha separado de mí. Me parece fantástico, pero no me ha influido.

-Ai Weiwei o Marina Abramovic culminan el arte ingenioso de su odiado Duchamp.

-Cada vez que veo a toda esta gente, me dan espasmódicos ataques de risa. Weiwei es una broma, Abramovic es una cómica balcánica y nada más.

-Arroyo escruta en Mallorca un cuadro de Barceló.

-Tengo una magnífica relación con Barceló, un tipo interesante y culto. Me gustan los pintores que leen y escriben, el arte es muy difícil esconderlo y banalizarlo. Cuando es muy importante, baja la voz.

-¿Y si alguien dice que le interesa más la escritura de Arroyo que su pintura?

-No me molestaría, con lo difícil que es escribir, pero me considero un pintor que escribe, y mi epitafio se leerá "Eduardo Arroyo, pintor". Sin embargo, vivimos un momento bastante estúpido, obsesionado por la especialización y las reinas que son grandes profesionales, cuando debiéramos ser grandes amateurs.

-La escritura le despista de la pintura.

-¿Se supone acaso que yo sólo debería frecuentar a conservadores de museo? Hay una literatura de los pintores, más interesante que la pintura de los escritores. A mí me angustia más escribir que pintar, por lo que vivo doblemente angustiado

-Su móvil tiene ocho seises y nueves.

-Le agradecería que no publicara la secuencia, y parece un chiste la presencia del número erótico por excelencia, porque en mi pintura no hay erotismo. Es un asunto muy secreto, mejor practicarlo que pintarlo. Nunca he hecho dibujos pornográficos.

-Me gusta que sea identificable, ¿me equivoco?

-No he querido construir un estilo ni una gramática. Tengo la impresión de un recorrido deslavazado, irregular y a salto de mata, pero no puedo analizar mi obra porque no vivo con mis cuadros, salvo el tiempo en que los pinto. En casa no tengo ninguno, en el estudio están vueltos contra la pared y, una vez que los firmo por delante y por detrás, se difuminan.