Isabel San Sebastián. Periodista. La también escritora presentó ayer en Palma su última novela, ´Un reino lejano´. La autora se refirió a la conquista de Mallorca, tratada en el libro, a la actualidad de la monarquía o al papel de los políticos y periodistas en la actualidad.

-¿Qué aventura ha querido contar en Un reino lejano?

-Es una novela de aventuras, un libro de caballería. Mi novela aprovecha estos géneros para ensalzar todos los valores de la caballería, los mismos que hoy están arrumbados en un oscuro desván. Hablo del honor, de la valentía, la honradez o la honestidad, que es algo mucho más profundo. Ser leal y fiel a uno mismo, ser perseverante, la capacidad de sacrificio y sobre todo la conservación de la esperanza por encima de todas las dificultades con el fin de alcanzar una meta. Todo esos valores que hoy hemos perdido o que ni siquiera valoramos.

-Lo dice usted que vive permanentemente cerca del poder, en el ojo de huracán mediático...

-Sí, porque son valores que en esos mundos de los que me habla están finiquitados. Hay políticos caballeros, no todos son villanos. Cualquiera que luche contra la corrupción, contra el separatismo, contra la pobreza o contra el paro es un político caballero contemporáneo. En cambio hay demasiados que incurren en la villanía, también periodistas. De hecho unos y otros son primos hermanos, y en consecuencia compartimos virtudes y defectos.

-¿Qué está pasando que tanto asusta?

-El servilismo, la sumisión, la mediocridad y la adulación están sustituyendo cada vez más a los valores que deberían imperar, que son el coraje, la audacia, la excelencia y el arrojo. Ser libre se paga muy caro. Indro Montanelli, el periodista a quien más he admirado, decía que la independencia siempre tiene un precio, y suele ser alto. Depende de lo que uno esté dispuesto a pagar, pero siempre es posible ser libre.

-¿A usted le ha compensado vivir amenazada de muerte por ETA solo por ser periodista?

-Siempre me ha compensado. No sólo con lo de ETA, que uno no lo busca y no es nada cómodo vivir con dos guardaespaldas hasta hace poco más de un año. Lo más duro es que la amenaza se extienda a los hijos. También por defender esa libertad me han puesto de patitas en la calle de un trabajo, sin indemnización incluso. Es duro pero a la larga con quien uno tiene que vivir es con uno mismo y hay que poder mirarse al espejo. Las armas de un periodista son las palabras, la voz y la pluma, las de un caballero del siglo XIII la espada o el arco, un arma terrorífica que convierte a mi protagonista en un almogávar aterrador.

-¿Usted es Guillermo de Girgenti, el protagonista?

-Mi protagonista se encuentra en una situación durísima que no ha buscado por una imprudencia y en mi caso por ser libre. Te tienes que enfrentar a una amenaza y ves que la única forma digna de hacerlo es combatirla con todas tus fuerzas y ganarte el derecho a ser libre. Inés, otro de los personajes, sí tiene mucho de mí. Ha tenido una vida cargada de dificultades y sin embargo ha sido capaz de sobreponerse a ellas sin perder la inocencia, sin volverse cruel. Hay que contarle a la gente que en la vida se pueden superar las dificultades sin convertirse en un amargado.

­-¿Cómo se convive con el miedo?

-Hay que afrontarlo y superarlo. Asumir que es un instinto que te salva la vida. Hay que saber gestionarlo, adecuarlo a tu circunstancia. Desconocer el miedo es de imbéciles y conduce a la muerte, en el siglo XIII y probablemente también en el XXI. No hay que tener nunca miedo al poder, nunca. ­

-Hoy ese es el miedo que impera, el miedo al jefe...

­-Hoy un puesto de trabajo es un lujo y la amenaza de perderlo resulta aterradora. Aún así mantener la dignidad incluso en el trabajo es importantísimo. El servilismo te convierte en un esclavo siempre. Como en el siglo XIII, están imponiéndonos la sumisión, la mediocridad, el no hacer sombra a nadie porque te conviertes en una amenaza. Yo llegué a la literatura de ficción como vía de escape a ese miedo a la dependencia. A mí me pueden quitar un micrófono, pero no me pueden quitar la imaginación. Si eres capaz de contar una historia sugerente seguro que tendrás lectores. Para un periodista la literatura es una garantía de libertad.

-O sea que en su caso la literatura no parte de una necesidad vital.

-No, lo único que he tenido claro en mi vida es que quería ser madre. Lo demás ha venido por añadidura. Primero fui lectora vocacional. He leído millares de libros antes de atreverme a escribir uno. Escribir es un acto de una enorme responsabilidad, sobre todo para los que hemos vivido los libros como algo casi sagrado.

-¿Cómo hace para descartar una historia, cómo desarrolla un libro como Un reino lejano?

-Este libro es una metáfora. Es un viaje a través de Tierra Santa, Mongolia, la ruta de la seda, Brujas, Aragón, Sicilia. Es un viaje geográfico pero también un viaje interior, de regreso al hogar. Una búsqueda del hogar perdido, algo que tiene mucho que ver con mi propia biografía personal. Todos los paisajes heladores del libro existen, la historia es como la cuento. Los Mogoles fueron verdaderamente bárbaros, una metáfora de la desolación moral en sentido abstracto. En cambio el Mediterráneo es la caballería, la cultura, la cuna del amor cortés y elaborado.

-Parece una mujer muy fuerte...

-Lo soy pero he vivido muchos abandonos que me han hecho sentirme en un lugar muy frío y muy desagradable. Soy hija de diplomático así que sufrí el abandono constante de mis compañeros de juegos infantiles. La muerte de mis padres jóvenes, el desamor€ todas esas emociones están en el libro. Lo peor es perder la identidad y no saber encauzar la rabia.

-La conquista de Mallorca aparece muy desmitificada en su libro.

-Pues fue como todas las conquistas, muy dura. Cuando Jaime I consideró que la taifa ya estaba suficientemente débil fue a por ella y dio rienda suelta a sus nobles para que la ocuparan. No hubo saqueo, porque el rey era un hombre de honor, que se ganaba la corona cada día. En aquella época había que demostrar cada día que se valía para el puesto.

-¿Qué está pasando con la monarquía de su descendiente, don Juan Carlos I?

-Pues no me recuerda mucho a El Conquistador. Se ganó la corona el 23 F, pero después parece haberse relajado en exceso, ha vivido más de las rentas que otra cosa. Ese ha sido el gran error. El caso Urdangarin además ha sido la puntilla, y peor la forma de gestionarlo. Probablemente no lo hayan apartado suficientemente rápido, no han sido caballeros decentes, ninguno.