Están de enhorabuena. Veinte años después, puede afirmarse rotundamente que el Teatre del Mar ha cumplido con los objetivos de su carta fundacional. Con perspectiva, la sala del Molinar se confirma como la responsable de introducir en la isla un teatro ambicioso - "con metabolismo"- alejado de fórmulas manidas y de crear un público nuevo que consume dramaturgias novedosas y reflexivas con la realidad de nuestros días. "Hemos traído a Mallorca muchas compañías que nadie sabía que existían", apunta Carles Molinet, el responsable de la sala, "un teatro de arte en las islas al servicio de la colectividad", rezan los estatutos de la fundación que rige el espacio escénico, un organismo constituido y presentado en sociedad el 28 de enero de 1993 en el Centre de Cultura Sa Nostra por parte de Nadal Batle (rector de la UIB por entonces), Antoni Mir (presidente de la OCB), Josep Lliteres (presidente de la Associació de Veïnats del Molinar), Carles Molinet (presidente de Iguana) y Lluís Colom (presidente de la fundación). Albena Produccions, Toni Albà, Yllana, Grappa Teatre, Moma Teatre, Teatre de Què, Mariantònia Oliver, Teatre de Guerrilla, Leo Bassi, L´Horta Teatre o Sergi López, entre muchos otros, han pisado las tablas de la sala del Molinar. Con este currículum, valorar su importancia es sencillo: está claro que ni la escena ni el público de las islas habrían alcanzado el nivel que ostentan a día de hoy sin su labor.

El teatro abrió las puertas al público hace 20 años, en concreto el 6 de mayo de 1993, cuando se estrenó el espectáculo Rondaies de Iguana Teatre, compañía que dos años antes había alquilado el espacio (antes sala Rex y propiedad de la Iglesia) para ensayar sus espectáculos, pero siempre aspiraron a algo más. Así, entre 1991 y 1993 se fue gestando la idea de abrir un espacio con programación estable, una idea que fructificó gracias a la ayuda de agentes sociales y culturales diversos. "Pedimos una adhesión para implicar a todo el mundo en la apertura del teatro", explica Molinet. Amén de entidades como la UIB, Sa Nostra, los vecinos del Molinar, la OCB y la propia compañía Iguana, nombres como el de Miquel Àngel Riera, Blai Bonet o Josep Maria Llompart se implicaron en un proyecto que entendía el hecho teatral de un modo diferente. Una manera de entender el teatro que mucha gente de la cultura necesitaba que se instalara en Palma. El Teatre del Mar supo recoger esa inquietud. Molinet repasa algunos de los hitos más importantes de la sala. Entre ellos, el mes de diciembre de 1994, la primera vez que el espacio pudo ofrecer programación durante todo el año. "Fue el primer tríptico que editamos. La tempora arrancó con L´ombra de Toni Albà, y continuó con Sa Varietat i Sa Locura de Iguana, La Bernarda es calva de Metadones, El Trèmol de Talleret de Salt, o Twist & Txèkhov también de Iguana", evoca. Otra fecha relevante fue cuando el teatro superó las cien funciones anuales y los diez mil espectadores. Sucedió en 1998. "Desde entonces, no hemos bajado de ese umbral", indica. El máximo de audiencia y recaudación lo alcanzaron en 2008 superando los 16.000 espectadores, todo gracias a un año espectacular protagonizado por Non solum de Sergi López o El messies, histèria sagrada de Toni Albà. Nombres que, junto al de Carles Alberola y otros, se sumarán a la programación especial que presentará hoy a los medios el director de la sala.

La importancia del Teatre del Mar, que siempre tuvo un ojo puesto en la estructura y el espíritu del Teatre Lliure de Barcelona, reside también en el hecho de que es uno de los pocos centros de producción activos de la isla. Además de Iguana Teatre, hace siete años se creó Produccions del Mar, con tres espectáculos en su haber: Seqüències, Camarada K (70 funciones) y El sopar. Todos ellos creados en base a nuevos formatos. Un conjunto ingente de publicaciones y el proyecto pedagógico de la sala han sido también puntos esenciales de la fundación que se han ido cumpliendo a lo largo de estas dos décadas. La adecuación del espacio fue también una labor muy importante que se puso en marcha en 1996 y que prosiguió en 1997 con el cambio de la cubierta, acaso la reforma más compleja. A día de hoy, sólo falta para completar el proyecto arquitectónico el revestimiento de la fachada.

En cuanto al futuro, Molinet cree que hay que apostar por la fórmula del 33-33-33 y corregir la actual de 49% de aportación pública y 51% de aportación privada, ya una fórmula "de gran modernidad" en su momento. Es decir, Molinet afirma que la financiación de la sala debe dividirse en: un 33% que vendría de las instituciones; otro 33% de los patrocinadores privados y otro 33% de los espectadores. Asimismo, cree fehacientemente en la necesidad de que se apruebe la tan cacareada Ley de Mecenazgo. Por otra parte, recuerda la difícil situación -ERE y despidos incluidos, así como el amago de Cort de abandonar la fundación- que ha atravesado el teatro en los últimos tiempos. "Lo que ha ido a más es la fidelidad a la sala, pues el número de asociados ha subido en el último año", indica, un año en el que la subida del IVA ha provocado la reducción de espectadores a los teatros, también al Teatre del Mar. Para Molinet, el futuro del espacio pasa por "reconectar con el público y con el nuevo público que está surgiendo", indica, "y también por investigar nuevas fórmulas, pues todo el sistema de relaciones del teatro está cambiando". En las tablas del Molinar, la investigación continuará su curso un año más con el laboratorio de Joan Carles Bellviure.