Detrás de Nick, el nuevo personaje de Max, se esconde un dilema muy humano que alcanza el rango de un problema filosófico del que es imposible escapar, una duda metafísica que podría formularse en dos preguntas: ¿Hasta qué punto somos seres sociales? ¿Es posible vivir completamente aislados del mundanal ruido? Expuesto así, parece todo de una altura intelectual inaccesible, pero en manos de este Premio Nacional de Cómic la formulación más complicada se digiere siempre a partir de la poesía, la fantasía y un humor metafísico muy especial. Un humor que desarma e ilumina a la vez.

Esta disyuntiva entre vivir en el mundo o apartarse de él puntea el viaje por el desierto narrado en las páginas de Vapor, un éxodo a un no-mundo inspirado en el episodio místico de las tentaciones de San Antonio Abad. Tanto es así que el dibujante catalán afincado en Mallorca reconoce que, tras leer la novela de Flaubert basada en este monje cristiano fundador del movimiento eremítico, deseó adaptarla al lenguaje del cómic. Su lectura así como el descubrimiento muchos años antes del mediometraje Simón del desierto de Buñuel o las pinturas de monjes eremitas de El Bosco o Brueghel le incitaron finalmente a crear su propia historia de anacoretas. En efecto, la celebración de Sant Antoni en la isla, la gran fiesta invernal que puebla de diablos los pueblos mallorquines, tuvo influjo en su decisión. Lo que le faltaba a Max era enfocarlo todo de otra manera, pero continuar fiel a la fábula de San Antonio. Y ahí entró en juego Nick. "Tenía en mente a un tipo harto de las distracciones de este mundo [las tentaciones] y de la banalidad de la vida contemporánea [el diablo]; a alguien que se larga al desierto para estar solo y reflexionar sin interferencias sobre el significado último de las cosas", relata Max. Una utopía, pues el personaje se irá topando a lo largo de 110 páginas con otros semejantes que no dejarán de distraerlo mientras él lucha por despojarse de todo lo mundano que arrastra consigo. En su versión contemporánea de este mito religioso-literario -cercano en parte a Ulises (en lugar del desierto, éste eligió el mar)-, Max tenía claro que el diablo y Dios no tenían cabida, sobre todo desde que Nietzsche decretara la muerte de este último. "En nuestra sociedad de la información -o sobreinformación y ruido mediático-, las distracciones banales son el verdadero mal del mundo contemporáneo -sostiene el autor-, porque no nos dejan dirigir nuestra propia vida".

Ensimismado en estos pensamientos y tomando un cortado en un bar de Sineu sumido en la duermevela de las 7 de la mañana, surgió de la mano del dibujante el Sant Antoni contemporáneo, una figura humanoide de grandes narices, un elemento grotesco que destaca sobre el resto de personajes, todos ellos de estilo cartoonesco; no en balde el gato que hace de contrapunto a Nick recuerda a Mickey Mouse. Max se esmeró también por que el protagonista sobresaliera en el decorado del desierto, "un telón de fondo que va marcando un ritmo visual repetitivo y constante como la música electrónica", explica el dibujante. Amén de la napia vacilona y los ojillos vivarachos de Nick, llama la atención su melena (el punk no ha muerto): Max admite haberse inspirado en el pelo de J Mascis, líder de Dinosaur Jr.

Si algo define la modernidad de lo que sea en el arte es la conciencia de saberse lo que es. Es lo que algunos llaman autorreferente. En este sentido, la novela gráfica de Max es moderna: su cómic habla de cómic también. En este sentido, el autor introduce en el episodio del alucinante desfile de la Reina de Saba (la mayor distracción a la que se someterá Nick) un personaje de otro dibujante, en concreto de Herbert E. Crowley, un autor misterioso cuyas historietas publicadas en 1919 han inspirado el armazón visual de estas viñetas que se ponen mañana a la venta.

Hasta ahora, no se ha explicado qué significa Vapor o quién es. Max relata que para cerrar el libro necesitaba otro personaje, "alguien que hubiera pasado por lo mismo que Nick, alguien que le ofreciera al protagonista la posibilidad de acceder a un estado superior", narra el autor. Ése es Vapor, ¿un espejismo del desierto, alguien real? La incertidumbre de estar viviendo una alucinación o algo real (otro problema que conecta con filosofías orientales: ¿el mundo es un engaño de los sentidos?) atraviesa también las páginas de la novela gráfica, que pretende expresar lo máximo con los mínimos elementos. Una epopeya contemporánea que reflexiona sin dramas y con comicidad metafísica acerca de hasta qué punto es imposible renunciar a la condición humana. ¿Ser humanos (y sociales) es nuestra propia prisión?