—En estos malos tiempos para la ciencia más de una vez habrá tenido que lidiar con la pregunta ¿para qué sirve la astronomía?

—Sirve para conocer mejor el Universo y, principalmente, para saciar el hambre de conocimiento que tiene el ser humano. Pero, no hay que olvidar que las sociedades que tienen una economía potente se basan en el conocimiento y la tecnología. Es decir, que sirve para hacernos mejores en el sentido espiritual pero también en el material.

—¿Qué conocemos a estas alturas del Universo?

—Estamos empezando a conocer las grandes preguntas que nos hacemos sobre el Universo. De hecho, cada vez que descubrimos algo nuevo, muchas veces lo que hallamos es una pregunta, no una respuesta. Así, por ejemplo, el último premio Nobel que hemos tenido fue para tres astrónomos que intentando descubrir cual era la densidad crítica del Universo en masa, que por lo tanto podría desacelerar su expansión, descubrieron que pasaba lo contrario. Este hallazgo lleva a incorporar una nueva incógnita a nuestro problema, la de la energía oscura, que en cierta manera es el nombre de nuestra ignorancia y que ahora tenemos que buscar.

—Desde que comenzó a investigar, allá por 1976, hasta hoy, ¿cómo definiría el salto dado por la astronomía española?

—Yo diría que sorprendente, y así es como lo entienden nuestros colegas internacionales. La astronomía española está hoy entre los primeros 10 países del mundo en producción científica y en impacto. Todo esto también nos ha permitido tener una colección de instalaciones telescópicas que no tiene ningún país, excepto Chile. Con la diferencia, de que éste último no tiene telescopios propios del tamaño del Gran Telescopio de Canarias, el GTC.

—¿Cuál es el ´tren´ que España no debería dejar pasar

—España pertenece, y tardamos mucho tiempo en hacerlo, al consorcio del Observatorio Europeo del Sur (ESO). Esta colaboración internacional ha sido un gran éxito y nos ha permitido a los europeos competir de tú a tú con Estados Unidos. Ahora mismo, el gran reto es la contrucción de lo que se llama un telescopio extremadamente grande (ELT), por el que Europa está compitiendo con EE UU. Eso significa que España, aparte de su cuota, debe poner un dinero para participar en este gran proyecto. Las empresas españolas, después de GTC, son altamente competitivas en la tecnología de espejos segmentados que utilizará el ELT. Así pues, estamos en condiciones ideales para que el retorno industrial que tenga España sea muy superior a la cuota que aportemos como país al nuevo telescopio que se va a construir en Chile. Pero claro, eso implica una toma de decisiones rápidas para entrar en el grupo fundador del consorcio del ELT, porque si entramos después ya se habrá adjudicado el proyecto.

—Este momento dulce de la astronomía española llega en época de vacas flacas, ¿cómo lo están viviendo los astrónomos?

—La astronomía española sabe que ahora mismo no podemos vivir en la misma situación que hace cuatro años. De eso somos conscientes. Queremos ayudar con todas nuestras sugerencias y apoyo a la Administración para que tome las decisiones adecuadas, que deben de ser de carácter científico. Podemos vivir con menos dinero, pero lo que no podemos vivir es adelgazando el escaso tejido de personal e investigadores astronómicos. Lo que no podemos tomar es decisiones de amputación cuando el cuerpo está sano. Los astrónomos hemos nacido de la nada y no podemos olvidarnos de que hemos sido pobres, esto ya lo tenemos metido en nuestros genes y sabemos vivir con la pobreza. Es decir, que podemos ser pobres, pero no miserables.