La música es uno de los atributos humanos más universales y más excelsos, un logro evolutivo que distingue a nuestra especie de cualquier otra. Por desgracia, las posibilidades que tenemos de entender cómo puede haber tenido lugar el proceso de evolución de la capacidad para emitir y apreciar armónicos son muy escasas. Habida cuenta de que ninguna de las estructuras anatómicas relacionadas con el canto se fosilizan, los únicos indicios de que se dispone para recomponer el proceso de generación de melodías son los de los instrumentos musicales, con las flautas como ejemplo más antiguo. Hace cuatro años, arqueólogos de la universidad de Tubingen (Alemania) descubrieron en los yacimientos de Hohle Felds y Volgerheld una flauta de hueso casi completa y trozos pequeños de otras tres con una edad cercana a los 35.000 años. Se trata del instrumento más lejano que puede asociarse de forma inequívoca con la intención de crear música.

Mediante una técnica completamente distinta, la de obtener modelos matemáticos de simulación, Robert MacCallum, del departamento de Ciencias de la vida del Imperial College de Londres (Inglaterra) y tres colaboradores han ofrecido una posible vía de evolución no ya de la música en sí sino de lo que podríamos llamar los gustos o tradiciones musicales. En un trabajo publicado en los Proceedings of the National Academy of Sciences, MacCallum y sus colegas han explicado la construcción de lo que los autores llaman "caja darwiniana de música", ingenio al que han dado el nombre bien oportuno de DarwinTunes. Se trata en realidad de un algoritmo que, a partir de una población virtual de 6.391 individuos, simula cómo tendría lugar la evolución de esa sociedad a través de 2.513 generaciones. Las ventajas de utilizar un modelo son obvias: un lapso generacional así llevaría, si hablamos de generaciones de seres humanos, más de 35.000 años, es decir, un tiempo que alcanza el de aquellas flautas tan antiguas. Pero el algoritmo de MacCallum y colaboradores se plantea simular cómo iría cambiando no el acervo de genes sino el sentido melódico de esos individuos virtuales.

Para averiguarlo, DarwinTunes permite generar nuevos acordes y ritmos de manera semejante a como actúa el cambio genético –a partir de la recombinación de elementos existentes y de la aparición aleatoria de elementos nuevos–. El proceso de selección "natural", el mecanismo que fija algunas de las novedades y elimina el resto se obtuvo por medio de una consulta vía internet en la que 6.931 participantes fueron puntuando de manera aislada lo agradable de las formas melódicas.

El resultado obtenido apunta hacia una evolución de la música por un proceso muy parecido al del cambio en otros constructos culturales como son las herramientas de piedra: rápidos progresos a los que sigue un estancamiento –estasis, en términos técnicos– muy largo, explicable hasta cierto punto por la pérdida de fidelidad en la trasmisión. Dicho de otro modo, los Beatles lo hicieron mejor.