Preguntaron a Ernesto Cardenal qué pensaba de los homenajes después de que le concedieran el premio Reina Sofía de poesía y el doctorado "honoris causa" de la Universidad de Huelva. Y, sabio como es, contestaba el autor de Oración por Marilyn Monroe: "Ningún homenaje me gusta. Tengo que soportarlos aunque tampoco sean muchos".

Insistía entonces su entrevistador a propósito de otro premio para el que ha sido alguna vez propuesto: "Y el Nobel, ¿lo echa en falta?". Respondía Cardenal; "Sería muy incómodo. Ya tengo bastante popularidad, que se supone mucha incomodidad en mi vida" Y agregaba el poeta, sacerdote y ex ministro de Cultura sandinista, a quien siempre recordaremos hincando una rodilla ante Juan Pablo II mientras éste, de visita en Nicaragua, le amonestaba con dedo severo por su participación en la política sandinista: "El Nobel sería inaguantable. Sólo me gustaría por el dinero que dan, para darlo a los pobres".

Cardenal no es como Camilo José Cela, que ambicionaba un premio que ganaron escritores a quienes ya nadie lee, como nuestro Echegaray, y se olvidó, sin embargo, de los mayores creadores del último siglo y medio como Tolstoi, Ibsen, Kafka, Proust, Conrad, Galdós, Nabokov, Borges o Virginia Woolf, por citar sólo a una mujer.

Los premios, al margen de la nada despreciable suma en metálico que puedan suponer para escritores que viven – o pretenden al menos vivir- de su obra, sólo sirven muchas veces para que se anuncien a bombo y platillo sus nombres en las diversas ferias del libro o en las grandes superficies y para obligar a los galardonados a pasar tardes enteras firmando autógrafos o a hacer giras de promoción acompañados de sus agentes literarios.

Son lo que se llaman gajes del oficio. Algo muchas veces insoportable para los auténticos creadores ya que los distraen de lo que consideran su principal tarea, la de dar continuidad a su obra, sobre todo cuando sienten que no va a quedarles tiempo suficiente para hacer todo lo que se habían propuesto.

¿Qué nos importa hoy que no tuvieran sus autores el premio Nobel para disfrutar de la lectura de El Proceso, La Ópera de Tres Peniques, En búsqueda del tiempo perdido, La Señorita Julia o Ulises?

El autor de La Familia de Pascual Duarte parecía no caber en sí de orgullo cuando por fin obtuvo su codiciado galardón. Otros evidentemente se contentan con menos.